viernes, 2 de noviembre de 2007

Carlos Varela: Hombre en la Luna... Park


Ricardo Camarena

(La Opinión, 4 de octubre de 1998)

Ante poco más de una veintena de personas el cantautor cubano Carlos Varela presentó una docena de sus canciones en el primero de sus recitales unplugged el viernes por la noche en uno de los salones del club Luna Park de West Hollywood.

La evidente falta de una promoción adecuada de la presencia de Varela en Los Angeles privó a muchas más personas de escuchar los temas que en cuatro discos ha grabado Varela.

Visiblemente molesto, inició la velada pidiendo a los circunstantes acercarse al pequeño foro iluminado tenuemente, asunto que no dejó de reiterar entre canciones con expresiones entre irónicas y de humor como “yo también miré el calendario de eventos y ni yo quería venir”.

Robinson fue el tema que dio paso a una voz ronca, entonada bajo los acordes de guitarra acústica más usuales del soft rock de los años 60, en un estilo muy cercano al del trovador Silvio Rodríguez, al de Bob Dylan en español y al del malogrado trovero mexicano Rockdrigo González.

La letra de Los muros y las puertas dio aire de poesía a los temas de un robusto cantor isleño, vestido totalmente de negro, con altos botines y con un paliacate del mismo color anudado a la cabeza que lucía una larga cabellera.

Con largas dedicatorias explicativas, traducidas al público al inglés por Laurie Ann Schag, Varela preludiaba con pacientes afinaciones de su guitarras y algunos acordes el contenido de la letra de una bella pieza, Círculos y tizas. una alegoría del juego infantil de piso en el que hay una declaratoria de guerra entre los niños, cada uno de los cuales representaba un país.

Así, con el estribillo “Cuba declara la guerra en contra de…” Varela cantó al desaliento generacional de los jóvenes como él, que tuvieron dos maneras de perder amigos: en Africa (Angola) y los que escaparon de la isla por mar, al norte.

Una de las canciones más aplaudidas fue sin duda Lucas y Lucía, que refería precisamente el mismo asunto del exilio cubano a Miami. Memorias fue un inventario poético de Varela, dedicado al fallecido cineasta Tomás Gutiérrez Alea, creador de la controversial cinta Fresa y chocolate y amigo personal del cantor.

Ya en calor, Varela bromeó sobre su gira estadounidense; “yo tengo una banda” decía señalando al vacío tras de sí, y refiriendo constantemente que suele acompañarse de cuatro músicos, “pero no hay visa para tantos”, dijo jocosamemnte con el peculiar acento cubano.

El recital prosiguió con una canción dedicada al conocido sonero Miguel Matamoros, autor del Son de la loma y Lágrimas negras. Varela retomó algunos de los versos para dar una versión “pop” del tema y armar su canción homenaje Como los peces.

El blues del boxeador fue también un sentido homenaje de barrio por parte de Varela a un célebre púgil isleño, que de la gloria mundial efímera de un campeonato pasó al anonimato y al alcoholismo al destrozar sus puños en la que fue su última pelea a los 24 años de edad.

Foto de familia permitió al trovador rockero mostrar el desasosiego generacional de la juventud cubana, su escepticismo del futuro y el fracaso del sistema social. Una canción intensa, poética y eslabonada al tedio vital y la heterodoxia simbolizada en la religión como un gancho Colgando del cielo.

Hubo una participación del público coreando el estribillo “si la mentira se disfraza como la verdad/ Dios sigue siendo un anzuelo”.

La parábola invertida de la clásica leyenda de Guillermo Tell fue otro de los temas exitosos de Varela, pero en definitiva la canción que dedicó indistintamente a Celia Cruz y a Silvio Rodríguez.

Ideologías aparte, porque para eso todos corearon guajiros y felices La política no cabe en la azucarera. Varela aprovechó para abogar no sólo por la presencia de músicos estadounidenses en la isla, sino, como en el caso de él, a la viceversa. Y estrenó una canción aún sin nombre.

La velada cerró, pasada la medianoche, con una de sus más logradas composiciones, Habáname: “Mi padre dejó su tierra, y cuando al Morro llegó, La Habana le abrió las piernas y de allí nací yo”.

El deseo de que el domingo la asistencia al segundo recital mejorara flotaba en el ambiente.

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