domingo, 16 de diciembre de 2007

La Lupita cerró temprano


Ricardo Camarena

La Opinión, 25 de septiembre de 1997

Un House of Blues con algo de museo en lunes resintió los estragos del “puente” del Día de los Caídos. Día de descanso que mermó la asistencia de la banda el martes por la tarde al concierto de Radio Caos, Azul Violeta y La Lupita, que cerró temprano.

En el horario reglamentario, si fuera tienda de abarrotes en México con el mismo nombre. Se trataba de una de las bandas chilangas de rock más conocidas del ambiente, y sin embargo...

Todo comenzó con la centena de jóvenes puntuales que presenciaron la actuación de Radio Caos, con repertorio de su primer CD, Botas Negras: Ritual, Bailando, Abril y un medley que por allí dejó escapar la clásica de Pink Floyd, The Wall.

El grupo angelino de cinco integrantes se defendió como gato boca arriba con más rolas: Relax y Where. No podía ser menos para los teloneros de los Enanitos Verdes.

Escuálidos, los aplausos apenas avisaron que culminaba su actuación. Algo faltaba.

Gente.

La afluencia aumentó discretamente durante la presentación de Azul Violeta. Los dos exintegrantes de Maná garantizaron con el resto del grupo su calidad interpretativa. Empezaron sin guitarrista, pero inmediatamente los “secres” corrigieron el desperfecto de sonido, incorporándolo a piezas como Volveré a empezar, y creo en ti.

Un sonido funk marcó los acentos de Azul Violeta. El más agradecido era un alto afroamericano que llevaba los punteos rítmicos con sabor. Con la fuerza de la instrumentación sobre la letra interpretaron algunas piezas más, destacándose la desgarrada vocalización de Hugo Rodríguez.

Después de un pontifical “Dios los bendiga” por parte del cantante, Azul Violeta salió del escenario.

El ambiente ya entibiaba. Arriba, en la desolada sección de mesas reservadas, un “Jaguar” Hernández en la penumbra daba alguno que otro autógrafo y negaba una que otra foto.

Abajo, por fin “el plato fuerte”. Los comensales que le habían hecho “gestos a la sopa”, bajaban a la pista de baile para las tradicionales rondas de slam.

La Lupita abrió con Camello, Bizcos y Miedo de volar ante el personal. Héctor Quijada y Rosa Adame, con su peinado de “colitas”, destilaron la energía que suelen emplear en sus conciertos.

Sin embargo, un fantasma recorría House of Blues: el fantasma del Memorial Day. “A mí no me engañan. Esto es como un lunes...”, decía escéptico al respecto un fotógrafo de rock en la penumbra, evaluando la menguada asistencia al concierto.

Cierto: hubo slam, clavadistas, el sudor del matrimonio de vocalistas Quijada-Adame, los requintos altisonantes de Lino Nava y los tamborazos precisos del “Bola” Domene.

La Lupita arriesgó el ritmo de la tocada al presentar material de su cuarto disco, Bossa nova, inoportuno contraste musical que agarró fuera de la base a los slameros y a la asistencia que ya se había encarrilado en el ambiente. Un sentimiento de quietud entumeció a los perplejos concurrentes.

Entonces, para La Lupita, hubo que remediar el letargo y el repertorio con Hay que pegarle a la mujer, en donde la tradición se impuso a la experimentación. Las aguas volvieron a su cauce. El relajo pudo continuar.

Ya en pleno, Me cae, Mañana y Ja, ja, ja se encargaron de arremolinar al auditorio de la pista. Pero más de uno, quizá una cuarta parte de la concurrencia, volvió a deambular en los alrededores.

Quijada, el vocalista, lo sabía. Hizo un comunicado de guerra a quienes andaban promoviendo desautorizadamente otras presentaciones de La Lupita por las lejanas tierras de West Hollywood; “inclusive siguen vendiendo boletos, pero no vamos a estar allí”, recalcó molesto.

La proclama fue rubricada con un sólido recordatorio familiar por parte de músicos y público, poco más de 200 personas. Y así la música siguió, siguió. Toda la noche, diría Paul Anka, hasta que La Lupita tuvo su primera salida del escenario.

Volvió para rematar con tres piezas más. La “tigresa” Contrabando y traición puso punto final a la segunda presentación de La Lupita en California.

Conste que por ellos no quedó. Pero algo siguió faltando.

Se rompió la Ley del Hielo


Ricardo Camarena

La Opinión, 18 de junio de 1997

El trío angelino de rock en español Ley de Hielo visitó el martes pasado la redacción de este diario para comentar aspectos de su participación dentro del Anfiteatro Universal, teloneando la Rockinvasión 97 el sábado y el domingo próximos, y sobre su nuevo disco.

En octubre pasado, en el festival musical Wateke 96 en San Bernardino al este del condado de LA, su participación no fue en el foro principal, sino en un foro alterno. Todo parece indicar entonces que el rock en español local ya está dando la talla.

“Queremos subir al foro no como Ley de Hielo solamente, sino representando a la escena rockera local”, procuró aclarar Pino Yllescas,de 35 años, guitarrista y manager del trío angelino. Agregó que “gracias a la ayuda de muchos amigos, a la gente de la revista Retila y a los medios, después de muchos años de darle duro y en donde sea a nuestras tocadas, por fin se presentó esta oportunidad”.

“Este logro es una lucha contra la ideología misma de muchos promotores, que tenían bloqueado al rock local por razones inherentes al propio movimiento: la informalidad, la falta de presencia. Aunque también, si ellos no conocen algo de la región, no lo van a apoyar. Es el caso de la empresa refresquera que patrocina (Mountain Dew). Entonces se dan esas barreras, esas “leyes de hielo” contra los grupos”.

La labor del trío rockero no se concreta sólo al recorrido del circuito de clubes y lugares tan diversos como las escuelas primarias en Inglewood; también se ha concretado en discos (LDH es el primer grupo firmado por Aztlán Records), y va en el camino de la grabación de su segundo CD.

José Montes de Oca, de 25 años de edad bajista y vocalista del trío, comentó que “estamos ensayando seis de los siete días, porque tenemos la responsabilidad del Anfiteatro, alternar con bandas de diferentes países y por supuesto, la entrada a grabar el disco, que será en julio”.

Al respecto, Jimmy Velázquez, baterista de 29 años, dijo que “aunque es un cartel internacional, esta misma fase de preparación que hemos llevado nos permite proyectar sin nervios, mas bien con entusiasmo, lo nuestro; en vivo es cuando más sale nuestra energía, cuando más seguros estamos. Automáticamente todo está a nuestro favor, y por ello nos da más confianza aún. Nervios creo que es lo que te da después”, reflexionó.

Respecto de la preparación del segundo CD de Ley de Hielo, Yllescas anticipó que “seguramente habrá un trabajo con nuevos ritmos, una madurez, y es probable que haya músicos invitados; pero el cambio no será total dentro de lo que es la esencia del estilo del grupo”.

Ley de Hielo ha tenido otros avatares en sus presentaciones. En abril, durante una presentación en Occidental College, se derrumbó la estructura de luces mientras interpretaban Lumpen, cayendo sobre Yllescas y Montes de Oca. “Pino, en la confusión, no dejó de tocar, pero José llevó la peor parte, porque el impacto lo tumbó del escenario”, recordó Velazquez, quien presenció todo sin poder evitarlo, desde su batería. Para rematar les cayó a los tres la lona.

Por otro lado, les tocó participar en el programa televisivo Padrísimo. Velázquez comentó que “Fue positivo. Raquelín, la conductora, sabe manejar su programa; no hubo rechazo ni incidentes y finalmente ganamos un espacio más para el rock, ante familias, cantándoles en vivo tres temas nuestros: Nunca, 100 años luz, y Camino a casa. Lamentablemente se transmitieron sólo las dos últimas”.

“Pero de todas maneras fue una gran satisfacción, aun cuando tuvimos que desplazarnos hasta San José para la grabación del programa”, agregó Montes de Oca.

En esa ocasión Ley de Hielo también tuvo la oportunidad de acompañar a Alejandra Guzmán en tres canciones. “Y a bailar”, bromeó Velázquez.

“El nombre de Alejandra Guzmán es grande en los espectáculos, y haber actuado con ella nos permitió acceder a medios y a una proyección a los que hubiera sido difícil de otra manera”, indicó Yllescas.

Ley de Hielo también desvaneció la especulación sobre una relativa rivalidad con el grupo de rock María Fatal. “Para nada; con ellos hay buena amistad, y público de rock hay para todos los grupos”, dijeron casi al unísono los integrantes del grupo que también ha viajado este año a Chicago para promover su material.

Sobre la opinión entre gente de rock de que para un grupo el que uno de sus integrantes funja como manager es limitante. “Hasta ahora el grupo va bien. Cada uno de los tres hace su parte, se mueve para conseguir tocadas, y todo esto es a base de trabajo, no sólo se trata de subir a tocar y ya”, señaló Montes de Oca.

“Ley de Hielo ha sabido colarse a los eventos, entrar en contacto con la gente indicada para proyectarlo en distintos ámbitos, y quizá más adelante podamos darnos el lujo de un representante. Pero por ahora, y sin descuidar nuestras otras actividades laborales, siento que vamos por buen camino”, resumió Yllescas.

Su participación en las dos sesiones de la Rockinvasión 97 en el Universal Amphitheatre, que arrancan desde las cinco de la tarde, son entonces la mejor oportunidad de corroborarlo.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Divididos: neofolk y no sólo rock argentino


Ricardo Camarena

(La Opinión, 14 de diciembre de 1998)

La división hace la fuerza... rockera.

Con la muerte del rockero argentino Luca Prodan en diciembre de 1987, la banda Sumo quedó sin su líder natural, por lo que la separación resultó inevitable. Pero de esa escisión surgieron las bandas Divididos y Las Pelotas, tras medio año de inactividad de sus integrantes.

De esto hace más de la década; actualmente, la formación de Divididos es de Ricardo Mollo en la guitarra, Diego Arnedo en el bajo, y Jorge Araujo en la batería.

Haciendo un poco de historia del trío, su debut se remonta a 1988, sin mucha suerte. Tras un año y medio de tocadas en diversos bares bonaerenses editaron 40 dibujos ahí en el piso (1989), con 11 temas propios, un cover de The Doors y una adaptación de un poema de T. S. Elliot. A fines de 1991 armaron su segundo disco, Acariciando lo áspero, “de estilo funk-rock”, al decir de los entrevistados.

Durante 1992 se autoprodujeron varias presentaciones en el estadio Obras Sanitarias, de Buenos Aires, y promocionaron casi sin apoyo sus álbumes.

Para La era de la boludez (1993) mezclaron el material en Estados Unidos, con su compatriota y músico Gustavo Santaolalla como director artístico y con temas presentados en los conciertos del estadio Obras Sanitarias.

En 1993 el grupo llenó 13 veces el estadio Obras, ofreciedno largos conciertos de tres horas y de 30 temas en promedio. La era... se hallaba entonces en el primer lugar de ventas. En septiembre de 1994 Divididos se presentó ante 20 mil personas en el estadio de Velez; la discográfica les retiró el apoyo ante la negativa del grupo a que tocara como telonero el colombiano Carlos Vives (La gota fría).

En febrero de 1995 se presentaron en la explanada de ATC en un concierto gratuito que convocó a 40,000 personas. En septiembre de 1996 viajaron a Nueva York para grabar y mezclar el cuarto LP, Otro Le Travaladna. En octubre del '97 participaron del show en homenaje a los 20 años de las Madres de la Plaza de Mayo, junto a León Gieco, Las Pelotas, La Renga, Los Piojos, Todos Tus Muertos, A.N.I.M.A.L., Attaque '77 y Actitud María Marta, entre otros. En 1998, los Divididos sacan al mercado Gol de mujer.

Al respecto comentaron en su visita reciente a Los Ángeles, para participar en el concierto de la revista de rock Retila: “Desarrollando frases encontramos letras para una música nueva. Diego y yo tenemos 20 años de conocernos y cuando preparamos un disco nos gusta jugar con las palabras, mezclar anécdotas de lo cotidiano y vivencias personales; eso sí, con mucho humor”, explicó Mollo.

“Tomamos temas del rock argentino de los años 70 como Salgan al sol, atemporales en su letra, y los volvemos punk”, agregó.

Dedicados de tiempo completo a la música, Divididos han logrado mostrar su material discográfico en su natala Argentina y en Uruguay, adonde tocaron por cuatro veces consecutivas en el Teatro de Verano.

Siempre trío, sin embargo han contado con la participación de algún instrumentista en sus conciertos: ya sea un tecladista o percusionistas. “Como cuando tocamos El arriero; contratamos 24 ‘bombistas’ (ejecutantes del tambor indígena llamado bombo legüero) para dar un efecto de sonido tremendo”, expresó Mollo.

Para el baterista, que permaneció un tanto al margen de la entrevista, pertenecer desde hace cuatro años a Divididos “es una posibilidad de estar con dos personajes creativos; enriquece pertenecer a una banda de rock que no es sólo rock”.

Esto, porque manejan versiones de canciones folklóricas a ritmo de rock y blues, clásicos de esta banda, como el ya mencionado, El arriero. En cuanto a las composiciones, Mollo y Arnedo son los autores de los temas.

“Sería una especie de neofolk; no es sólo la búsqueda de raíces, de lo que hemos mamado desde niños, sino también la posibilidad de rescatarlo dejando intacta la melodía de aquello que fue y que nos formó”, agregó Arnedo.

“Al decir esto pensamos en temas del nuevo disco como el poema inédito de Atahualpa Yupanqui, Vientitos de Tucumán. Aunque en nuestro repertorio de siempre manejamos temas clásicos de Divididos como 40 dibujos ahí en el piso o Acariciando lo áspero.

Finalmente, los Divididos no dejaron de reconocer la influencia definitiva del rock y blues de los años 70, lo que se ha reflejado en los requintos de Mollo. Y eso se dejó ver en el sucesivo concierto de aniversario de Retila en el Olympic Auditorium, donde las notas potentes de El arriero fueron el plato fuerte del megaevento en el que también participaron María Fatal (Los Ángeles) y otros grupos.

domingo, 11 de noviembre de 2007

María Fatal y el saber moverse (en todos los medios)


Ricardo Camarena

(La Opinión, 21 de mayo de 1997)

Uno de los grupos más consistentes dentro de las bandas locales de rock en español es María Fatal. Los cuatro integrantes han logrado consolidar un segundo CD, Pasiones, torturas y otros misterios, bajo el sello Aztlán Records, el que presentarán desde el 5 de mayo próximo, en el show de Concrete Blonde y Los Illegals, que será transmitido por la internet, y en distintos clubes y escenarios durante este mes.

Formado en 1991, y con algunos cambios de integrantes, María Fatal lo constituyen actualmente los hermanos Fernando, Ernesto y Gabriel Ramírez, y César Hernández. La banda ha mantenido una presencia constante dentro del circuito rockero latino.

Los tres hermanos son originarios del populoso barrio mexicano de Tepito y actualmente residen en Los Ángeles. Hernández, el baterista de la banda, es nacido y residente en esta ciudad californiana.

Fernando y Ernesto conversaron el lunes pasado sobre María Fatal: “Estamos enfocando toda la energía en nuestros conciertos en fechas próximas: el 18 de mayo en JC Fandango, el 22 en el Grand Avenue. Y el 25 de mayo, porque presentamos nuestro CD en el Club Dragonfly”, dijo por su parte Fernando, vocalista y letrista.

“Somos el único grupo, junto con Ley de Hielo, que no le ha parado desde su formación, en esto del rock en español”, afirmó Ernesto, el guitarrista de la banda.

El CD fue coproducido por Johnette Napolitano, exintegrante de Concrete Blonde, y Jim Mankey.

Ernesto aseguró que “nuestra permanencia en la escena local es porque nos hemos sabido mover, tanto en nuestras relaciones públicas como en nuestra música. Es decir, tienes que empezarte a mover por todos lados, inclusive en la prensa anglosajona. Y, aunque no te hagan caso, seguir insistiendo, toque y toque la puerta, hasta que te consideren”.

Ernesto prosiguió: “Musicalmente siento que gustamos a la gente, lo que nos ha permitido seguir en esto. Hemos estado trabaje y trabaje, y aunque muchas veces hemos estado a la aventura, sin saber cómo nos va a ir –a veces nos ha ido de la patada–, finalmente lo superamos, y ahora marchamos bien”.

“Es un triunfo mayor para nosotros, porque, en comparación con los grupos de rock mexicanos, ellos están más concentrados en la capital y más centralizados en cubrir la industria disquera de Latinoamérica”.

“A nosotros se nos ha hecho más difícil y por eso es doble triunfo; somos como ‘el que persevera, alcanza’, en nuestra propia ciudad”.

Ernesto contó que María Fatal salió de gira a Chicago, “por un accidente de motocicleta que tuvo uno de los integrantes de otro grupo, por lo cual cancelaron, y entonces fuimos a ‘rifárnosla’ con un público difícil”.

Fernando lo catalogó en ese entonces como “un público violento, que nos recibió aventándonos los vasos y los trozos de hielo, por ser un grupo desconocido allá”.

Los hermanos Ramírez prosiguieron refiriendo que “sin embargo, en el transcurso del set, nos la jugamos, pensando: ‘o empeora, o mejora’. Y lo que pasó fue que los prendimos, y tocamos inclusive tres piezas más”, dijo Ernesto.

Fernando agregó sobre la experiencia en aquel foro: “En esa ocasión pasamos el día más horrible y el más glorioso de nuestra vida. Porque de casi echarnos del escenario, quedaron al final pidiendo ‘otra, otra’”.

“Ya la segunda vez que fuimos, consolidamos el éxito del primer concierto, y de allí siguió Nueva York, donde nos fue mejor, por lo menos, que al grupo local favorito”.

Fernando, susceptible a las críticas en el ámbito rockero, aclaró: “Nos han dicho que somos un grupo ‘inflado’ y que nos hemos echado ‘autoporras’. La verdad, aunque participamos en el inicio de la revista La Banda Elástica, y fue nuestra herramienta de promoción desde hace tiempo, decidimos deslindamos de ella para no generar favoritismo. Aunque Emilio Morales, que ahora la dirige, estuvo en María Fatal, llegó un momento en que ya no tuvo tiempo para el grupo, y el grupo a su vez, para la revista”. Pero tanto Morales como su compañera María Madrigal tienen presencia en esta producción discográfica, a través del diseño artístico y las fotografias del álbum.

“Y para que la reseña de este CD sea completamente imparcial, se le mandó el disco a Guadalajara al encargado de hacerla para la revista”, comentó Ernesto.

“En recientes entrevistas nos hemos dedicado a defendernos de las críticas surgidas de la envidia: que si María Fatal ya se vendió por tocar en ‘Big Top Locos’, o con Alejandra Guzmán, o en Padrísimo, La hora lunática o Los Ángeles al día. No captan nuestros críticos que se trata de espacios ganados para el rock en español, y no de venderse”.

El chisme corre, y corroe.

Ambos aseguraron respetar las decisiones individuales dentro del grupo a pesar del parentesco, dándole su lugar al tecladista Hernández: “A César lo conocemos desde el college, hace 10 años. Él ya estaba, antes de María Fatal, con nosotros, en el grupo Rebelde, alternando con Beatriz Adriana, con la Sonora Dinamita, Los Alegres de Terán”, agregaron. “Y de él fue la idea de hacer un grupo de rock”.

Por otro lado, Antes que es el sencillo que María Fatal promueve.

“El primer CD es un producto de la libertad que nos dieron para experimentar con la música”, indicó Ernesto. “Si comparas ambos discos, los hallarás diferentes, pero dirás: ‘Esto sigue siendo María Fatal’. En el CD hay tres o cuatro canciones que habíamos incluido en el demo que hicimos, entre 1991 y 1992”.

“Los temas de nuestras canciones, Silicón, El Diablo, Sádico Oscuro, expresan exclusivamente lo que ocurre en nuestra ciudad, a sin pretender mezclar circunstancialmente temas como Chiapas”.

Aunque aclararon que Una daga en tu sien podría ser una metáfora de una rendición de cuentas de exgobernantes mexicanos, como Carlos Salinas.

“El rock local es muy diferente del que viene de México; acá hay la oportunidad de aprovechar la fusión de culturas, de ritmos muy originales”, indicó Ernesto.

Fernando agregó que “nosotros aquí estamos más expuestos a todo eso, mientras en México los grupos siguen intentando parecerse a los grupos estadounidenses”.

Con reconocimientos reiterados, durante tres años consecutivos, de la revista de rock que fundaron como “mejor grupo local”, María Fatal tiene entonces este mes la oportunidad de demostrarlo en los clubes mencionados.

Si no, en verdad sería fatal. Y no nada más para María.

Los Fabulosos Cadillacs: una apertura musical


Ricardo Camarena

(La Opinión, 3 de septiembre de 1999)

Con lejano aire de zombies, algunos de los ocho integrantes del grupo argentino de rock Los Fabulosos Cadillacs deambulan por los pasillos del lobby del hotel sobre Hollywood Boulevard, adonde serían entrevistados.

Otro de estos músicos apremia a su compañero de grupo para ir a tatuarse nuevamente el hombro, sin mayor preocupación por la espera de reporteros y fotógrafos. Se la perdió.

Otros desayunan con la mayor indiferencia, y el baterista, Fernando Ricciardi, se escabulle de los medios; sus compañeros argumentan su nerviosismo porque está a punto de ser padre en Argentina. “La que va a parir es su mujer; ella es la que debe estar nerviosa por allá”, susurra molesto un fotógrafo ante la relativa desorganización.

El bajista del grupo, Flavio Oscar Giancirulo, a.k.a. “Sr. Flavio”, también será padre por estas fechas, pero al parecer dominó su nerviosismo.

Por fin, dos de ellos son atrapados en ayunas para informar más acerca de la gira Fabulosos Calavera, así como de su más reciente disco con ese nombre.

La charla se enfila a los resultados de su par de conciertos en House of Blues a mediados de agosto: “Fue un show bastante caliente. Sobre todo el del domingo 17, en que la gente estuvo más enloquecida”, dice Fernando Albareda, el trombonista.

“El repertorio de estos shows fue un compendio de todos los álbumes y todas las épocas de Los Fabulosos Cadillacs, no sólo de Matador o de Fabulosos Calavera, comenta Daniel Lozano, trombonista y trompetista. Y agrega que “fue de alguna manera presentar nuestro nuevo disco y familiarizarnos con estos nuevos temas en vivo”.

Acerca de su reciente participación en la gira Rockinvasión 97 en junio y julio, comenta que el que se hayan podido presentar en este concierto colectivo es resultado de la labor que han desarrollado desde hace 10 años.

“Los otros conciertos de la Rockinvasión, en Miami, Chicago y Nueva York, fueron también positivos, y una oportunidad de tocar con grupos diversos, como Aterciopelados, Maldita Vecindad y La Unión, así como con bandas locales. Aunque creo que musicalmente teníamos más que ver con Aterciopelados y con Maldita”, asegura Albareda.

Por su parte, Lozano agrega que “la gira no fue algo exclusivo de los Cadillacs, sino una cuestión comunitaria; tuvo algo de viaje de fin de cursos”.

“Es muy difícil medir cuál de nuestras visitas a Los Ángeles ha sido la más productiva, porque han sido diferentes momentos y diferentes materiales de nuestros álbumes los que hemos traído. Y la intensidad de cada presentación creo que depende de una cosa bastante íntima de la banda. Creo que todas las veces que hemos venido han sido importantes”, indica Lozano mientras el sorbo de café cierra su frase.

Dentro del nuevo material el primer corte, El muerto es el tema que promocionan LFC. En una diversidad de temas, destaca un guaguancó de la coautoría y voz de Rubén Blades, Hoy lloré canción.

Lozano señala que “hablar del concepto del disco es muy difícil, porque es una apertura musical. Y el no tener ciertas barreras que antes había, como que logró rebasar un par de cosas, como el tema compositivo, armónico. Pero no creo que sea más o menos complicado, sino que se encaró de distinta manera”.

“Hay muchos temas que son bailables (Hoy lloré canción), pero hay otros que se tocan con cierta sutileza (como A Amigo J.V.). Alguna muestran una tendencia mayor al jazz, también son para ‘envío’ pero son para otro clima”, indica.

“La participación de la sección de metales es impresionante, pero creo que todos los instrumentos tienen su momento de brillo en el disco. Es muy variado a nivel de estilos, y creo que a la vez no los respetamos. Tomamos lo que queremos de los estilos y lo llevamos hacia el lado que queremos”, puntualiza Albareda.

“La idea no es ser purista en el estilo, sino divertirse” aclara de plano. “Fabulosos Calavera llevó todo el verano armarlo, quizá unos tres o cuatro meses antes, y después, grabarlo, un mes, entre abril y mayo de 1997”.

“A fin de año, si Dios quiere y todo sale bien, tenemos pendiente una gira por Estados Unidos al lado del grupo Fishbone, pero antes, si las cosas se dan, estaremos yendo para México. Llegar a tocar a México, de alguna forma, es acercarse a Los Ángeles”, informa Lozano.

Los Fabulosos Cadillacs son, además de los mencionados y entrevistados, Gabriel Fernández Capello –a.k.a. “Vicentico”– en la voz, Gerardo Rotblat, percusiones, Ariel Minimal, guitarras eléctricas, Mario Siperman, teclados, Aníbal Rigozzi, guitarra y coros, Sergio Rotman en sax tenor y barítono, y Américo Belloto en la trompeta.

sábado, 10 de noviembre de 2007

La Reconquista según Guevara


Ricardo Camarena

(La Opinión, 13 de mayo de 1997)

Para este delgado músico y promotor de rock nacido en 1942 en Los Angeles, esto se ha convertido en una empresa debida, en una empresa de vida.

Entrevistado el lunes a mediodía en su oficina de Los Angeles Theatre Center, Rubén Ladrón de Guevara, a.ka. “Funkáhuatl”, comenta sobre su ascendencia mexicana, su shock cultural como chicano cuando residió en México y las propuestas sociopolíticas que él halla en el género musical en el que ha participado permanentemente: el rock angelino.

Lo anterior es avalado, entre otras actividades y militancias, por el par de discos que a mediados y finales de la década de los años 60 le produjo Frank Zappa, pasados ya los tiempos en que el grupo Cannibal & The Headhunters “teloneó” el concierto de The Beatles en 1964, y de que la banda de Guevara se presentara con éxito en el Mountain Los Angeles Stadium, en El Monte.

Guevara proviene de la escuela de músicos angelinos que se formó en East Los Angeles, cuando todas las miradas y las orejas estaban orientadas, paradójicamente, hacia las colinas del oeste: Hollywood. El apogeo del rock de entonces se daba con The Birds, The Doors; sin embargo, el lado este de la ciudad también tenía una labor en el campo de la música irreverente.

“Esto motivó a Zappa” cuenta Guevara, “a proseguir la experimentación musical que acostumbraba, invitando a grabar a mi banda, Rubén & The Jets. Antes, ya había comandado la banda Apollo Brothers, y compuesto canciones y música.En ese entonces experimentaba yo lo que llamé ‘teatro conceptual’, que incluía danzantes y músicos de rock, en un espectáculo denominando Who are the people. Era un estilo de cantata rock, con reminiscencias de gospel, que mostraba mucha de la labor musical que se estaba realizando del otro lado del río Los Angeles, y que las grandes compañías disqueras estadounidenses desconocían”.

Durante algún tiempo, Guevara armó la banda Con Safos. “El nombre proviene del término “zafar”, propio del chicano style y que en la simbología del graffitti de esta comunidad se marca en los muros como epígrafe: C/F, para indicar solidaridad.

Guevara también fue productor de los conciertos The Eastside Revue, en 1983 y 1984. “Me encargué también en ese tiempo de coordinar la compilación de A History of Latino Rock: The Eastside Sound; 1956-1965; Best of Three Midniters, y Los Angelinos: The Eastside Renaissance, para el entonces incipiente sello Rhino/Zyanya", agrega.

“La selección de los grupos y canciones del CD compilatorio Reconquista: The Latin Rock Invation obedeció fundamentalmente a cuestiones de presencia de las bandas en el medio, en revistas y conciertos, así como por el mensaje socciopolítico de sus letras”, aclaró Guevara. “No es el idioma español lo privativo, porque aparece incorporado Negu Gurriak, grupo del País Vasco. Ni americano, porque también entraron los españoles Seguridad Social, Mano Negra (ya disuelto) y otros”, aclara.

Con una marcada influencia de la ideología chicana, Guevara cree firmemente en la autoafirmación de esta comunidad a través del deslinde con los orígenes mexicanos y la preeminencia, en el campo cultural, de un rock “angelino”, donde confluyan las diversas propuestas artísticas de las generaciones de inmigrantes que conforman Los Angeles.

Alejandra Guzmán: Cambio de piel... y de suerte





















Ricardo Camarena

(La Opinión, 19 de noviembre de 1998)

Sorteó una por una las preguntas directas acerca de los problemas que la han rodeado recientemente que han sido material constante de los medios noticiosos de la farándula (el fallido secuestro de su hija, el suicidio de su chofer en su propia casa y el encarcelamiento de su esposo Farell Goodman en Alemania bajo cargos de narcotráfico). Era Alejandra Guzmán respondiendo a éstas y otras inquisiciones acerca de su actividad artística, en reciente rueda de prensa.

Afirmó: “Quiero aclarar que toda mi vida he tenido un trabajo legal; he sido siempre una persona muy honesta, muy sincera, y que deseo que todo lo que me está sucediendo me deje de afectar, porque no sólo soy yo, sino mi familia, es mi hija, mi reputación, es mi vida; y creo que no es justo, aunque creo que fue un error casarme con una gente que no conocía. Se me está acusando de cosas que no tengo por qué asumir”.

Y añadió que “aquella persona [Goodman] ha querido involucrar a Angel Flores, a quien le presenté en mi casa en una cena, con motivo de la exhibición de un video musical que realicé en la compañía fílmica de Flores, que es a lo que se dedica. Fue la única vez que lo conoció. Quizá por ello es que lo acusa ese señor [Goodman] de cabecilla del narcotráfico, y de haberle encargado la droga que se le encontró en Alemania. Pero me consta que Flores es una persona totalmente natural, normal; es vegetariano y una de las personas más sanas que conozco, y si desmiento a la otra persona [Goodman] es porque no tengo nada que temer porque lo que digo es la verdad”.

Para el público más al pendiente de su carrera que de las especulaciones policiacas, Guzmán dijo llevar 10 años como cantante; “estoy contenta de eso y de la temporada teatral del musical Gipsy con mi mamá, Silvia Pinal. Es otra faceta en mi carrera, porque el teatro musical es muy fuerte, es difícil, es una disciplina que desde los 17 años no había vuelto a hacer. Pero me di cuenta con esto de que he crecido como artista, por la seguridad que tuve al hacer un papel artístico con gente a nivel de mi madre; tuve trabajo y supe llevarlo adelante”.

Dijo sentirse sobrepuesta al infortunio de que su amigo Carlos Fonseca se haya suicidado, pero Guzmán reconoció que el hecho la deprimió, así como también el que hayan querido secuestrar a su niña, a lo que se agrega su trámite de divorcio. “Pero he descubierto ahora que lo que no te mata, te fortalece”, expresó quien ahora dijo recibir el apoyo sentimental de Mauricio “N”, “con quien ni digo que me voy a casar porque ni siquiera estoy divorciada. No es del medio artístico pero con tanta persecución periodística ya parece que sí”, bromeó.

Agregó que la forma para sobrellevar estas involuntarias adversidades es “no creérmelo todo, ni a toda la gente. Soy demasiado… ¿ingenua? No, para nada”, rió con todos los presentes. Y repuso: “Incauta tal vez, soy de la gente que cree que se puede uno casar por amor, sin interés. Porque tengo mi ‘lana’, así que no es por allí. No juzgo a nadie, pero no voy a dejar de ser lo que soy, porque si no me digo ¿a qué voy en la vida, si dejo de hacer lo que me gusta?”.

“Para salir de todo esta adversidad “me he agarrado del corazón, de mi hija Frida Sofía, de mi trabajo artístico. Es una catarsis, pero funciona. Lo profesional lo mamas; se tiene, es una disciplina. Es una manera de ser. Pero si no fuera profesional estaría yo en la tumba o yo qué sé”, exclamó.

Guzmán dijo completar una gira por Estados Unidos promoviendo el álbum compilatorio de sus éxitos ‘La Guzmán’, grabado en el estado mexicano caribeño de Quintana Roo.

“Este disco es importante para mí porque es el único que tengo grabado en vivo. Es importante para una artista la remembranza de los éxitos que ha tenido, y poderlos agrupar en un solo material es excelente”, expresó, y agregó que en él participaron músicos que han tocado con Prince y con Shaka Khan.

Dijo que en las presentaciones que lleva a cabo en esta serie de conciertos en los clubes JC Fandango y House of Blues, “traigo un espectáculo nuevo de performers, con plenitud de expresión corporal. Hay efectos especiales, personajes, fantasía, y a mí me gusta mucho porque empieza muy tranquilo y luego ya estalla con la música y las luces, con rock en vivo”. Tiene planeado llevarlo de Los Ángeles a Boston, Chicago, Atlanta, Dallas y otras ciudades de este país.

Por otro lado, dijo que entrará a grabar un nuevo álbum para enero o febrero. “Lo último que he compuesto, mío, fue junto con mi hermano Luis Enrique, fue una canción, Vive una vez, para un álbum compilado para la lucha contra el sida. Hice el video de él con Angel Flores y se proyectará por MTV Latino. En el disco participan artistas como Tania Libertad, Betsy Pecanins, Stephanie Salas, el grupo Kaz. No ha sido promocionado y me dio mucho coraje porque en México hubo alguna censura no por mi tema, sino porque alguien considera que su contenido es inconveniente. Es una pena, porque los fondos recaudados servirían para ayudar a gente que se está muriendo”.

Finalmente, agregó que “me urge sin embargo grabar nuevas canciones para sacar de alguna manera todas estas broncas de las que ni culpa he tenido. Siento que estoy en el momento justo para grabar, porque el blues se hace del sufrimiento. Porque, aunque di un giro al pop con Cambio de piel ¡y caramba, el triste disco la verdad no se vendió! Espero seguir en esta línea de los ritmos que traigo en la sangre por mi papá, Enrique Guzmán: el blues y el rocanrol”.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Reventón de superestrellas


Ricardo Camarena

(La Opinión, 5 de mayo de 1999)


El segundo Reventón SuperEstrella, organizado por la estación radiofónica angelina del mismo nombre, permitió al Arrowhead Pond de Anaheim convertirse en un gigantesco club de rock pop en español la tarde y noche del sábado pasado.

Al principio del evento, los letreros en las pantallas gigantes de vídeo reproducían la consigna con todo y faltas de ortografía “La legenda sigue por segunda ves”, por sobre las cabezas de casi un tercio de la asistencia, que llegaría a abarrotar el recinto más tarde.

Con una puntualidad cronométrica, mejor que la del público, a las cinco de la tarde la banda local de rock Materia Gris tuvo sólo una pero bien lograda oportunidad de representar a Los Ángeles musicalmente.

El grupo de cinco elementos y dos músicos invitados dejó rápidamente el espacio para la banda regiomontana El Gran Silencio.

Aun cuando dispuso de más tiempo, como para tres canciones, el grupo desperdició –tras una sabrosona cumbia punk– cinco valiosos minutos con su versión errática a Lo que un día fue no será, la balada que hiciera famosa José José.

Pero la coda a todo punk volvió las aguas al cauce y el público asimiló la situación, poniendo ambiente con gritos y aplausos

Repuestos del susto, los músicos ofrecieron una arrabalera Dormir soñando, que con su corte ranchero y rapero prendió ánimos.

El público seguía en aumento.

Tocó a la adolescente mexicana Litzy debutar en Los Ángeles con un breve repertorio de música dance. Vestida de blanco, con un atuendo en la cabeza que cubría su larga cabellera, la bella exintegrante del grupo Jeans se acompañó en sus interpretaciones por un cuadro de bailarines.

A las seis de la tarde tocó el turno a la texana Chris Pérez Band, comandada por el joven guitarrista y esposo que fue de la cantante Selena. Ofreció un breve set de canciones de rock y pop que fue del agrado de la concurrencia, que casi llenaba el recinto.

Pero aún faltaba lo mejor.

El vocalista español Javier, que cobró inicial notoriedad en la farándula por asumirse como hijo putativo del también cantante Julio Iglesias, puso en aumento la algarabía del público –en su mayoría joven y femenino– con cuatro baladas, acompañado de dos atractivas coristas y una banda de cuatro elementos. Tiembla mi piel fue de las más aplaudidas.

En un intervalo, “El Pato”, Mariana y “El Diablito” –los locutores matutinos de la estación Super Estrella– armaron un sketch con gracejos, simulando el arresto de Gloria Trevi (Mariana) por dos oficiales de la policía.

La parte estelar inició ya con el Arrowhead Pond lleno, excepto las gradas detrás del escenario. Fue Mikel Erentxun, exvocalista del grupo español Duncan Dhu, el encargado de acentuar el aire de rock y pop que la audiencia disfrutó durante media hora.

Con su guitarra acústica al hombro, Erentxun y su banda hicieron corear sus temas a la audiencia de pie. Un momento memorable fue la interpretación del éxito En algún lugar, por allí de las siete de la noche.

Pero indudablemente el merengue se impuso en cuanto al ambiente en el reventón. Elvis Crespo y su cuadro de bailarines, formado por tres parejas, puso a menearse a miles de caderas en las gradas, y a palmear a los más pudibundos.

Con su voz nasalizada y famosos estribillos, Píntame, Suavemente, etcétera, reiterados bajo una pista musical, el Bob Dylan del merengue a todo volumen llevó al delirio a las concurrentes, que se contoneaban en todos los niveles del recinto. Fue media hora de ritmo caliente, ininterrumpido, que culminó, como paradoja, con Suavemente.

El cuarteto de cantantes y bailarines puertorriqueños MDO dio otro rubro a los ritmos modernos, que agradó a la concurrencia. Fue otra media hora de meneos y coros juveniles, en comunión con los cuatro artistas que lucieron sus pasos de baile hasta empaparse de sudor.

A las nueve de la noche se presentó la cantante mexicana Fey, acompañada como es costumbre con siete bailarines. Aun cuando fue artista estelar, ni con Mi media naranja ni con Muévelo logró volver a poner de pie al público joven agotado de merengue y dance, que sin embargo coreó las interpretaciones cómodamente sentado.

Al correrse parte de la pista musical de una de las canciones, el abucheo no se hizo esperar; Fey sorteó la falla técnica al interpretar una balada con acompañamiento de guitarra.

Un joven y una chiquilla lograron subir al escenario para abrazar a la artista; la joven llegó a interrumpir la interpretación de Fey y consiguió no ser desalojada por el personal de seguridad, abrazándose desesperadamente a la artista. A petición de ésta, la fanática pudo permanecer junto a ella y retratarla hasta el final de la canción.

Ni tú ni nadie y Azúcar amargo fueron los temas de despedida de Fey.

El cuarteto de vocalistas masculinos Proyecto Uno, acompañado de un grupo de seis elementos, presentó uno de los más largos sets de canciones–40 minutos– cuya pieza estelar fue la del famoso estribillo “sigue, sigue, no pares, sigue sigue”.

La gente hizo ambiente a su modo, pero el reventón declinaba por allí de las diez y media de la noche, a pesar de la estridencia.

Pero pocos se retiraron; la mayoría aguardaba al cantante boloñés Nek, que se presentó en seguida con un correcto “¡Ciao!” de bienvenida, que muchos usan para despedirse.

Con camisa blanca y buenos músicos de balada pop inclinados al rock –en particular los guitarristas con sus requintos– Nek interpretó las melodías que el público suele oír cotidianamente en la estación organizadora del evento.

No preguntes por qué, Su tal vez, su quizá, mantuvieron al público coreando y aplaudiendo a Nek. Una de las pantallas gigantes de plano “reventó” y la señal de vídeo se distorsionó, pero el concierto siguió su exitosa recta final, justamente a las 11 de la noche, cuando Laura no está, Laura se fue recordó al público que se tenía que ir.

Avalancha de Tacubos


Ricardo Camarena

(La Opinión, 29 de julio de 1997)

Son las 7:30 de la noche del lunes en el club House of Blues, por los rumbos de West Hollywood, y la banda está más al pendiente del foro que un patrullero al freeway. Pero la colcha de viejita que es el telón del lugar permanece inmóvil, como burócrata en ventanilla.

Son las 8:00, las 8:15 y el concierto no inicia. Nerviosos clavadistas y slameros son picados en la cresta por el DJ al ritmo de Solín, con el anuncio de los próximos tres conciertos de Maldita Vecindad.

“Malditos tacubos, ya salgan!” grita al amparo de la penumbra una exasperada joven con cara de haber sido otrora el mejor promedio de su escuela. Pero los conjurados, ni sus luces. Dándose a desear.

Por fin, las 8:22 p.m. y como transformer (diría después Lafit Benítez, PR de BMG) House of Blues despliega las alas-tapancos y una prendidísima No controles sacude la memoria de las tres niñas de Flans, ahora felizmente casadas.

Rubén-Juan-Cosme-Re-Anónimo, Quique y Joselo Rangel, y Emmanuel del Real, se plantan ante la multitud con la serenidad de quien está frente al diario plato de cereal. Y Anónimo estalla en epilepsia rancherona, la que repite en la taconera Ingrata, así como en su solitaria ronda de slam; a salvo, claro, de la espeluznante ronda que se organiza enfrente suyo.

Y comienza el pandemonium para beneplácito de quiroprácticos y ortopedistas. Los cuerpos se asaltan, merodeándose; se atropellan al igual que si estuvieran en el Metro Tacuba, estación del ferrocarril subterráneo de la ciudad de México que da nombre a esta canción de los Tacubos.

Congruentemente, Anónimo también atropella la letra inaudible, con voz desgarrada y perdida en la maleza de su bigote decimonónico y barba puntiaguda.

Emmanuel abandona de momento la guitarra de las primeras piezas y trepa adonde la melódica y el templete de teclados lo esclavizará hasta el final del concierto.

Joselo Rangel saca todos los sonidos y disonancias posibles al contrabajo electrónico, ronco como los alaridos coreados de sus comparsas allá abajo, donde el sudor aceita los cuerpos para las rondas de slam.

Y la avalancha de homenajes prosigue: ahora Sergio Arau y los disueltos Botellos de Jerez son homenajeados con Alármala de tos. Si está o no en el soundtrack del filme Batman and Robin ¿ya a quién le interesa?

Versátiles como político disidente, los Tacubos desgranan lo mismo un tema punkero que un huapango zapateado, globalizados, irrefrenables. Traicionan los géneros, los abandonan a la menor provocación y así Las batallas se codean con Rarotonga sin que nadie se desgarre las vestiduras.

Llega un momento etéreo con María, la colega de generación de la Maldita y bendita Kumbala, y la crecida marea cachonda de jóvenes se mece en suave vaivén.

Algunos necios intrépidos intentan surfear de un clavado este oleaje, y encallan grotescamente en los zapatos tenis de la concurrencia, o se estrellan en los puños macizos de los gorilas de seguridad, vitoreados gladiadores de cada clavadista femenino o masculino avasallado.

Incólumes al sacrificio de huesos crujiendo, los cuatro hijos de Ciudad Satélite prosiguen como payasito su show en fiesta de kindergarden. y como truco, se sacan del bolsillo y la penumbra al músico invitado Alejandro Flores.

Este “Mijares del holocausto” destripa un violín con diabólicos trinos paganinianos country-rockeros, hasta que halla el tono y se arrebata en un huapango-fusión de merengue: Ojalá que llueva café, homenaje al dominicano Juan Luis Guerra, mientras los strobos con su intermitencia aletargan el meneo enloquecido.

El puñal del corazón vuelve “rumberas” a tres de los Tacubos a ritmo de mambo punkero, al corito-meneíto de “ya no puedo más”.

Apoteósicos, los chapulines en comal caliente en que se han convertido los muchachos frente al escenario rebotan hasta con su sombra.

Las incursiones al foro no prosperan sino hasta que un anónimo prospecto de pirata (con calavera en la espalda y toda la cosa) burla a los macizos guardianes y bailotea al lado del otro Anónimo; es decir, el famoso vocalista, hasta que el intruso es echado del escenario. En buen español, “pintó su calavera”.

Y por fin, después de decidir arduamente entre una melodía de Los Bukis y otra de Los Temerarios, Anónimo entona el himno nacional tacubano, con letra cortesía de Juan Jaime López Camacho: Chilanga banda, chasqueando chévere con los chavos su chistoso trabalenguas.

La tocada prosigue en la desmesura de la letra estereotípica de La chica banda, de Ricky Luis; la historia lírica de la “joven de pelos parados como un penacho, de piel morena, chichimeca” que, según la letra acomodaticia y depende del lugar, “es enamorada durante un concierto (esta vez) de Pastilla”.

Mientras, abajo del proscenio, el furor es sello común en la concurrencia. En su vigésimo intento, un clavadista de saco cebrado ve cebado su intento y maromas por ser lanzado al foro.

A las 9:45 huyen los Tacubos por primera vez. La banda pide justicia. Regresan todos, excepto Anónimo, y el trío, con Emmanuel, que retoma la guitarra eléctrica, acribilla yunques y martillos hasta sangrarlos de cerilla con por lo menos tres minutos de una metralla de sonido punkero.

Después del recuento de los daños, Anónimo vuelve a integrarse para hacer corear a “macizos” y “fresas”, “pesados” y “lights” los estribillos francamente cursis de Cómo te extraño, mi amor “¿por qué será? Me falta todo en la vida si no estás. Cómo te extraño, mi amor ¿qué puedo hacer? Te extraño tanto, que voy a enloquecer...”.

“Ay, amooor, diviiinooo...”, responde plañidera la banda a esta versión de la clásica popera de Leo Dan.

Cierra la tocada la pieza con la que Café Tacuba participa en el compilado Juntos por Chiapas, mientras, encaramado en el también clásico gigantón de las tocadas, un joven porta la camiseta negra con la leyenda “Zapata. Chiapas. La Causa”.

Y a las 10:00 p.m. todo es historia. Ya sólo se ve en las escaleras exteriores de la casona a un Sergio Arau y señora colándose al after party de esta segunda y última presentación de Café Tacuba.

Y los cuelan.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Carlos Varela: Hombre en la Luna... Park


Ricardo Camarena

(La Opinión, 4 de octubre de 1998)

Ante poco más de una veintena de personas el cantautor cubano Carlos Varela presentó una docena de sus canciones en el primero de sus recitales unplugged el viernes por la noche en uno de los salones del club Luna Park de West Hollywood.

La evidente falta de una promoción adecuada de la presencia de Varela en Los Angeles privó a muchas más personas de escuchar los temas que en cuatro discos ha grabado Varela.

Visiblemente molesto, inició la velada pidiendo a los circunstantes acercarse al pequeño foro iluminado tenuemente, asunto que no dejó de reiterar entre canciones con expresiones entre irónicas y de humor como “yo también miré el calendario de eventos y ni yo quería venir”.

Robinson fue el tema que dio paso a una voz ronca, entonada bajo los acordes de guitarra acústica más usuales del soft rock de los años 60, en un estilo muy cercano al del trovador Silvio Rodríguez, al de Bob Dylan en español y al del malogrado trovero mexicano Rockdrigo González.

La letra de Los muros y las puertas dio aire de poesía a los temas de un robusto cantor isleño, vestido totalmente de negro, con altos botines y con un paliacate del mismo color anudado a la cabeza que lucía una larga cabellera.

Con largas dedicatorias explicativas, traducidas al público al inglés por Laurie Ann Schag, Varela preludiaba con pacientes afinaciones de su guitarras y algunos acordes el contenido de la letra de una bella pieza, Círculos y tizas. una alegoría del juego infantil de piso en el que hay una declaratoria de guerra entre los niños, cada uno de los cuales representaba un país.

Así, con el estribillo “Cuba declara la guerra en contra de…” Varela cantó al desaliento generacional de los jóvenes como él, que tuvieron dos maneras de perder amigos: en Africa (Angola) y los que escaparon de la isla por mar, al norte.

Una de las canciones más aplaudidas fue sin duda Lucas y Lucía, que refería precisamente el mismo asunto del exilio cubano a Miami. Memorias fue un inventario poético de Varela, dedicado al fallecido cineasta Tomás Gutiérrez Alea, creador de la controversial cinta Fresa y chocolate y amigo personal del cantor.

Ya en calor, Varela bromeó sobre su gira estadounidense; “yo tengo una banda” decía señalando al vacío tras de sí, y refiriendo constantemente que suele acompañarse de cuatro músicos, “pero no hay visa para tantos”, dijo jocosamemnte con el peculiar acento cubano.

El recital prosiguió con una canción dedicada al conocido sonero Miguel Matamoros, autor del Son de la loma y Lágrimas negras. Varela retomó algunos de los versos para dar una versión “pop” del tema y armar su canción homenaje Como los peces.

El blues del boxeador fue también un sentido homenaje de barrio por parte de Varela a un célebre púgil isleño, que de la gloria mundial efímera de un campeonato pasó al anonimato y al alcoholismo al destrozar sus puños en la que fue su última pelea a los 24 años de edad.

Foto de familia permitió al trovador rockero mostrar el desasosiego generacional de la juventud cubana, su escepticismo del futuro y el fracaso del sistema social. Una canción intensa, poética y eslabonada al tedio vital y la heterodoxia simbolizada en la religión como un gancho Colgando del cielo.

Hubo una participación del público coreando el estribillo “si la mentira se disfraza como la verdad/ Dios sigue siendo un anzuelo”.

La parábola invertida de la clásica leyenda de Guillermo Tell fue otro de los temas exitosos de Varela, pero en definitiva la canción que dedicó indistintamente a Celia Cruz y a Silvio Rodríguez.

Ideologías aparte, porque para eso todos corearon guajiros y felices La política no cabe en la azucarera. Varela aprovechó para abogar no sólo por la presencia de músicos estadounidenses en la isla, sino, como en el caso de él, a la viceversa. Y estrenó una canción aún sin nombre.

La velada cerró, pasada la medianoche, con una de sus más logradas composiciones, Habáname: “Mi padre dejó su tierra, y cuando al Morro llegó, La Habana le abrió las piernas y de allí nací yo”.

El deseo de que el domingo la asistencia al segundo recital mejorara flotaba en el ambiente.

Skarnales: Rockorridos


Ricardo Camarena

(La Opinión, 27 de julio de 1997)

Los “Vatos Rudos” del grupo Skarnales se descolgaron nuevamente a Los Angeles desde su nativa Houston para promover su CD bajo el sello Pinche Flojo Records.

Sin presupuesto, con una dieta canija a puras 99 cents hamburgers, el vocalista Felipe Galván, José Rodríguez en la de seis cuerdas, Josué Castillón Mares en los blanquinegros, Alberto Garza al sax, Joey González en la trompeta, Adán (ha de ser el original, porque no tiene apellido) también al sax, Benny Tamayo en las cacerolas tundidas y Ralph Hernández al bajo, están tundiéndole al rockabilly, reggae y sobre todo al ska-punk bilingüe y en spanglish, en cuanto antro se les atraviese: Las Pampas (Enigmatus), Dragonfly, J.C. Fandango, el festival en Whittier Narrows.

Se les recuerda soberbios en los suburbios de Lincoln Heights el año pasado (1996) en el festival de rock en español Guateque III, armando su set con esa memorable sección de metales templadísimos (ojo, Chencha Berrinches, con la afinación).

Se les sabe incluidos en el compilado Los Punkeros de Aztlán Records, “pero con la canción Normal, no con Pinche Flojo”, aclara Galván en entrevista “al pastor” en la redacción de este diario.

Acompañado de González y Castillón, Galván resume la historia de su agrupación musical. “Tres de nosotros empezamos tocando punk rock desde 1993; luego el primo de Rodríguez, el guitarrista, entró con su ska y punk, y después fuimos influenciados por el rockabilly, y con diferentes estilos, fuimos evolucionando y aumentando los integrantes, hasta los ocho “vatos rudos” que formamos actualmente Skarnales”.

Skarnales también aporta recientemente James Bond (Se la come) en otro CD compilatorio: Scene? What Scene? (Pinche Flojo Records, 1997), junto a grupos texanos como Las Olas, Fixed Idea, Superzero, Ozium y otros grupos de Texaztlan.

El panorama para los grupos en español en Houston no es muy favorable a nivel de clubes, “porque nosotros no queremos tocar covers de Maná ni de rock, que es lo que nos piden, sino lo nuestro”, comenta Galván. La Gracia de Inez, Mosca, Seres Ocultos, Skarnales y otros grupos, tienen que empezar a tocar en lugares ‘anglos’, “porque allá hay mucha política: tocas en español y no te pagan, o te quieren pagar menos”, agrega.

Castillón comenta que Galván “tiene una revista bilingüe, Los Skarnales, con artículos sobre rock, cultura y cine, y como soy diseñador gráfico, en ese aspecto no gastamos mucho dinero, para poder seguirla haciendo junto con las grabaciones”.

Por su parte, González, que no habla español, comenta que él se hace cargo de la trompeta “y las cervezas”. Participa en los arreglos de la horn section de Demasiado tarde y James Bond... Además reconoce la influencia básica de Herb Alpert.

Los tres Skarnales –los otros cinco no cupieron en el carrito– pretenden un recorrido por San José, San Francisco, y demás santoral de ciudades de la Costa Oeste.

!Orale, ése!

El vértigo de La Ley


RICARDO CAMARENA

REDACTOR DE ESPECTÁCULOS

(La Opinión, 21 de abril de 1998)

“Lo bueno es que con este grupo no se echa slam”, decía optimista un fan esteangelino a su pareja, boleto en mano y en la hilera de cateo para entrar a House of Blues la noche del jueves pasado.

Se equivocó, aunque adentro, el lapso de espera del concierto tenía la serenidad de un coctel de inauguración de un pintor novato.

En uno de los mejores conciertos en lo que va del año, el cuarteto chileno de rock La Ley colmó el recinto del boulevard Sunset con los más violentos slameros, a pesar de los pronósticos de que concurriría un público más bien ‘fresa’; o sea, de gustos más cercanos a Maná que a Marylin Manson.

El concierto arrancó con un potente despliegue de luces y sonido, cámara de humo y un receptáculo plástico en forma oval, de donde emergió Cuevas, coronado al igual que el resto del grupo con un casco de luces sacado de la utilería de ciencia ficción.

El despegue enardeció a una multitud caldeada previamente por una pelea a puñetazo limpio entre dos jovencitas, que no pasó a mayores. El toque latino lo pusieron jóvenes compatriotas del grupo, que izaron pequeñas banderas de Chile, esquivando los proyectiles humanos que detrás de ellos se lanzaban inmisericordes.

Iluminado por los destellos de una espléndida, hermosa batería platinada, como aureola, con todos los herrajes y tambores necesarios para imprimirle la potencia necesaria a las vocalizaciones de Alberto Cuevas, Mauricio Clavería lo mismo destrozaba las baquetas en un toque que cimbraba el lugar, que caía a un beat baladero que erizaba el punto de vista de más de un crítico de rock como Octavio Hernández, cerveza en mano.

Pero allí mismo cientos de gargantas aunaban sus alaridos al canto de Cuevas para entonar tanto los temas de ‘Invisible’, como los del nuevo álbum. “Bienvenidos al vértigo’’, dijo el cantante moviendo sinuosamente sus brazos enguantados.

La precisión del bajo de Luciano Cuevas y su galanura rindieron a las jóvenes, que lo exigían a gritos como quien pide justicia. Bajo su instrumento desfilaron temas como Animal y la palmeada al estilo flamenco de El duelo, con sus letras bizarras.

Una de las piezas que logró la hilaridad de la multitud fue una excelente interpretación de Vi. Mientras que por otro lado, una de las cosas que logró la molestia de los fotógrafos que hacían su labor de cobertura fue ver que un individuo, que se ostentaba como manejador del grupo, entorpecía su labor fotográfica, a pesar de que los aficionados en la pista sacaban de sus ropas cualquier cámara con flash y tomaban los ángulos favoritos de su grupo consentido.

Con su mezcla de música industrial, siempre apoyada por programadores de sonidos que le daban un aire techno a los ritmos y el toque rockero de la guitarra eléctrica de un inexpresivo Pedro Frugone, La Ley se adueñó de las voluntades con la Fotofobia y la poética Santa Ciudad, dándole su lugar al funk y al jungle en estas y otras canciones.

Sin embargo, asuntos ajenos al concierto empañaron con una violencia innecesaria la estancia de algunos de los jóvenes al frente del foro, en la pista y en la barra del extremo derecho del escenario.

En particular, un fornido joven de cabellera larga y camiseta blanca, que arremetía a empujones malintencionados a cuanto hombre o mujer se le cruzara, en franca provocación, y causando el malestar entre los muchachos que lo circundaban.

Al frente del escenario, uno de los fornidos guardias de seguridad afroamericanos arrostraba a los muchachos que se lanzaban sobre la multitud, y a puñetazos y empellones los azotaba, con rudeza inusual. El resultado fue la dolorosa salida de uno de los más insistentes ‘clavadistas’ de cabello largo en brazos de otro guardia, algo más conmiserado, del recinto.

En el mismo ángulo del club hubo riñas y desalojados por conatos de pelea, aunque los guardias de seguridad del lugar se encargaron de apaciguar los ánimos a su modo: con la brusquedad acostumbrada, mientras, irónicamente, Cuevas y el resto de la multitud cantaban el estribillo No sufras más, de Guerrillero.

Arriba, el concierto se desarrollaba con perfección técnica, con derroche de luces y potencia de sonido, aunque se malograron algunos comentarios inaudibles de Cueva entre canción y canción.

La gente conocía a la perfección las letras y se encargó de darles claridad, coreándolas y saltando con energía. Sed, Solitaryman y Opacidad dieron un momento culminante al concierto, que también tuvo su breve intervalo acústico con un par de melodías, una de ellas Ciclos.

Y el remolino de ritmos y poesía volvió, entre otros, con un tema de hip hop al que fue invitado Archie Frugone, hermano del guitarrista, para echar el ‘palomazo’ en el bajo eléctrico.

En la parte final, La Ley interpretó Krazyworld, un tema en francés, y volvió a un ‘bis’ que alargó hasta cerca de las 11 de la noche el primero de los dos conciertos que brindaron a un público angelino, que hacía más de dos años que no los oía, desde el Wateke 96 en San Bernardino y en el Anfiteatro Universal.