martes, 30 de octubre de 2007

Pastilla en House of Blues


Ricardo Camarena

Redactor de Espectáculos

(La Opinión, 19 de marzo de 1999)

Surtió efecto la segunda dosis de Pastilla.

Un House of Blues con sold out el jueves por la noche demostró la nueva capacidad de convoctoria de la banda de rock bilingüe, durante la presentación de su álbum Vox Electra.

El evento había dado principio desde las siete de la noche con música de DJ y el teloneo de la banda En Violeta.

Pasadas las 8:30 de la noche el cuarteto de Pomona inició su actuación, con un cambio en sus filas: el bajista Eddie González fue sustituido por Daniel “N”, guitarrista oriundo de la ciudad bajacaliforniana de Ensenada.

“Eddie se quedó estudiando en su casa”, dio como única explicación el cantante de voz destemplada, casi adolescente, cuando fue inquirido sobre el paradero de su exbajista por alguien de la pista.

Por ende, el vocalista Víctor “El Chicles” Monroy tomó a su cargo el bajo eléctrico. Su hermano, Adrián, se mantuvo fiel a los requintos de su guitarra eléctrica con una seriedad inmutable.

Los cuatro integrantes vestían trajes estilo comando, de distintos colores. Impasible, el baterista Eric Ruvalcaba marcaba las entradas de cada tema. Así desfilaron en el repertorio Ataúd, Por qué quieres poder, Tatú y el tema estelar Amor metal.

En algunas de estas interpretaciones, Pastilla contó con la colaboración en el teclado programado por parte de Antonio “N”, integrante de la banda Voz De Mano.

Las rondas de slam y clavadistas dieron color a su presentación, y el mismo sabor y ambiente que a los conciertos de grupos como Maldita Vecindad, Café Tacuba y La Lupita.

Fue grato oír a la mayoría del público asistente tararear los temas de los hermanos Monroy, con la misma familiaridad con la que se cantan en ese mismo recinto los temas de Jaguares o de Enanitos Verdes en concierto.

La parafernalia promocional que rodeó el concierto tuvo grandes aciertos y se logró que la gente colmara la pista y la planta alta del club. No en balde dos grandes mantas con el nombre de la banda y la compañía patrocinadora del evento pendían del conocido cartel del corazón con el nombre del club

Una de las variantes del concierto fue cuando Adrián interpretó el tema principal del segundo disco, Vox Electra.

Tras un par de baladas lentas –quizá de las más destempladas que se hayan escuchado en ese recinto– una buena pieza rítmica hizo volver el vertiginoso ambiente de slam y rock.

Pastilla entonces volvió por sus fueros y se animó a interpretar una pieza en inglés sobre el ser homosexual en este país. Al mismo tiempo, uno de los más entusiastas jóvenes del slam, de cabeño teñido y al que Víctor dedicó uno de los temas, era desalojado con rudeza innecesaria por parte de los custodios del club.

A las 9:30 de la noche y con Amor metal Pastilla intentó cerrar el concierto, pero el cuarteto fue reclamado furiosamente por sus seguidores.

Fueron interpretados entonces un buen par de temas más, y poco antes de las 10, terminó definitivamente uno de los mejores conciertos de la banda angelina: justo a tiempo para correr a casa y así llegar a tiempo para la transmisión de un capítulo más de Mirada de Mujer.

Ozomatli




Ricardo Camarena

Redactor de Espectáculos

(La Opinión, 22 de julio de 1997)

Van llegando el martes 13, de uno en uno, como premonición.

Primero el guitarrista y cantante Raúl Pacheco. Luego, Justin Porée el “Niño”, con su cuatro venezolano (guitarrilla de cuatro cuerdas) en ristre. Aunque es percusionista.

Rato después llega su trompetista Asdrú Sierra y los alcanza en el elevador William Maruffo, el baterista.

Jiro Yamaguchi llega tarde, comenzada la entrevista.

De igual modo se formó el grupo, contarán en seguida.

La de Ozomatli (dios de la danza) es una banda que refleja perfectamente la diversidad cultural de Los Angeles.

Compañeros de colegio, de grupo, de “jale”, al coincidir casualmente en las tocadas, sus 10 integrantes fueron formando uno de los grupos de ritmos de fusión más interesantes de la rocketería angelina. La misma que ya no se detiene en la instrumentación clásica setentera y eléctrica, sino que se ha enriquecido con el hip hop, el reggae, el ska y hasta con la salsa.

Yamaguchi en la tabla, con sus aportaciones de la música hindú; el “Niño” Porée, con el berimbau, las congas y timbales, hibridiza la batucada con el toque sonero del metal de Sierra, José “Crunchy” Espinoza al saxofón alto, Ulises Bella al sax tenor y Pablo Castorena al trombón.

Marrufo, de origen yucateco, y Wil-Dog Abers, el líder del grupo, en el bajo y vocales, junto con Charlie ZNA Stewart, complementan el sonido original de Ozomatli.

Han condensado parte de este ensamble rítmico instrumental en un CD demo, que contiene su favorita Cómo ves, además de Super Bowl Sundae y Cut Chemist Suite.

“Ozomatli tiene un par de años de forrmado”, dice Sierra.

“¿Deformado?”, replican sus compañeros entre risas.

“Wil-Dog lo inició; es un güerito judío que creció entre puro latino, allí en Pico-Union”.

Ozomatli continuamente participa en eventos comunitarios en los que la presencia chicana es altamente significativa, y en performances donde el teatro, la música y las artes gráficas son parte de un todo. De una causa.

De un tiempo para acá la decena de músicos alterna cada jueves con grupos anglos en el Dragonfly, un club de Santa Monica que también se distingue por dar cabida a las bandas locales cada domingo. Con esas bandas locales también ha alternado Ozomatli.

“Aunque a veces no con mucha suerte”, reconoce Sierra. “Ahora que participamos en el festival del 4 de Julio en Whittier Narrows la gente se metió con nosotros. Los chavos no aceptaron del todo nuestra fusión y nos tiraron piedras. Algunos de la banda estaban bien contentos de que nos silbaran y gritaran. A los de origen mexicano les tuvimos que explicar después que no precisamente nos estaban aclamando”.

“Pero aún así las mil personas que hubo ese día se prendieron con la banda”, dice ufano Espinoza.

“Eran como 500.... Ya ves doble, loco”, le corrigen entre risas sus compañeros.

Lo que sí es que Ozomatli rezuma honestidad en su trabajo. No asumieron la producción de su CD hasta que la banda estuviera constituida definitivamente.

Actualmente preparan su gira por Cuba, en donde participarán en una docena de foros. Sin tocar donde sea, Ozomatli no es de las bandas que se quejan de falta de espacios para mostrar su trabajo.

Es más, los invitan.

A la vuelta del Grammy: Molotov


Ricardo Camarena

REDACTOR DE ESPECTACULOS

(La Opinión, 13 de febrero de 1998)

La iconoclasia y la censura que en tantas entrevistas y por la edad ha institucionalizado el rockosaurio Alex Lora, tienen ahora una nueva frescura en la aventura musical de sus jóvenes colegas del grupo de rock, rap y hip hop Molotov, también nominados al premio Grammy, como El Tri de Lora, con sólo un disco, ¿Dónde jugarán las niñas? y un año de trayectoria.

Al respecto Randy Ebright, “El Gringo Loco”, baterista del controversial grupo, señaló en entrevista telefónica desde la ciudad de México: “Creo que es un logro para el rock alternativo latino, porque no sólo está representado México con Café Tacuba y El Tri en esta nueva categoría de Grammy, sino toda Latinoamérica, con Los Fabulosos Cadillacs de Argentina y Aterciopelados de Colombia”.

“Es un honor, porque estos grupos nominados han estado trabajando en el rock por muchos años. Nosotros apenas llevamos siete meses con nuestro primer disco”, reconoció el integrante de una banda cuyas letras acres han producido escozor en muchas conciencias.

Acerca de los conciertos que durante febrero han sido cancelados para Molotov en el estado fronterizo mexicano de Tamaulipas, y en otros foros, fundamentalmente por la presión de sectores moralistas de las respectivas poblaciones adonde actuarían, Ebright señaló que “es medio triste que todavía haya gente que cree que puede decidir lo que es moral para todos, así como decidir lo que debe oír la demás gente”.

Indicó que “en Matamoros nuestro concierto se pospuso hasta marzo; en Reynosa simplemente no nos dieron permiso, alegando aspectos administrativos’’.

“Pero tocamos afuerita”, prosiguió, “en la población de Río Bravo, y en Nuevo Laredo. Luego, nos habían dado permiso en Ciudad Victoria, pero tampoco pudimos tocar, así que lo hicimos en una ciudad cercana muy bonita, Ciudad Mante”.

Ebright agregó que “allí tocamos y la gente de los lugares en donde nos habían cancelado acudió. Viajaron para ir a vernos, y estamos muy agradecidos con ellos”.

Acerca del videoclip de su canción Gimme the power, Ebright dijo que “yo creo que la letra está muy fuerte. Nos pusimos de acuerdo con el director del vídeo, Jorge Aguilera, pues queríamos algo más, permitir a cada espectador de él sacar su propio mensaje. El personaje del video lo interpretó un buen actor del cine mexicano, Roberto Sosa Jr.”.

“Nos hizo el ‘superparo’; deveras estamos felices con el video. Se trata de un perdedor que vaga por las calles, que es apañado (arrestado) por las autoridades, y después de todas las broncas, llega a ser como el héroe de la escena, pues libera a otros como él, sometidos”.

Sobre sus conciertos comentó: “Somos afortunados, porque con frecuencia en nuestras tocadas participan amigos músicos, y así nuestro cuarteto suena distinto cada vez y no nos aburrimos. En House of Blues, el año pasado, subieron a tocar nuestros productores, Gustavo Santaolalla y Aníbal Kerpel, y fue una tocada que disfrutamos mucho”.

“Hemos dicho siempre que es mejor para el grupo lo que otra gente pueda aportar con otros instrumentos. Lo que estamos haciendo es complementar lo que en el disco había, como un tecladista, y cuando no lo hay, llevamos el sonido en cinta”, afirmó Ebright.

Refirió los problemas de distribución de su disco: “Tuvo un lanzamiento accidentado. Como se supo, había dos tiendas de autoservicio que no querían vender el disco por su portada (el primer plano de las piernas de una adolescente con uniforme escolar, sentada en el interior de un auto, con la ropa interior a la altura de las rodillas)”.

“Ahora que el álbum llegó a disco de platino, vieron que había dinero potencial para comercializarlo. Echaron su moral por la ventana y lo pusieron, al menos, en una de las tiendas nuevamente. La verdad, ya está mucho más “alivianado” (más tranquilo) ese asunto”, agregó.

Para Ebright, “nuestras letras son como una crítica bien realista de lo que pasa a nuestro alrededor, de lo que vemos, de lo que vivimos. Yo creo que para eso no hay que tener ‘pelos en la lengua’, porque si quieres decir algo es porque tienes que decirlo”.

“Básicamente así escribimos las letras de nuestras canciones. No tenemos nada planeado, y van saliendo conforme las cosas suceden. Con el lenguaje con el que hablamos en la calle; si nuestros papás hablan crudo es obvio que nosotros también”, afirmó el baterista.

Señaló que para el siguiente álbum, cada uno de los integrantes tiene por lo menos cuatro temas listos. Por mientras, el segundo sencillo de primer álbum es la canción Cerdo, mientras que su video de Use it or lose it se programa regularmente en MTV Latino.

Molotov está formado actualmente por Tito Fuentes de Garay, de 23 años en la guitarra eléctrica y voz; Micky Huidobro, de 24, es uno de los bajistas, canta como los demás integrantes. Francisco Ayala, de 25 años, es el otro bajista y baterista alterno, y Ebright, de 23.

La labor prosigue en todo 1998 para estos nominados al Grammy. Ebright comentó que durante marzo Molotov seguirá su gira por la República Mexicana y bajarán a Centroamérica. Proseguirán hacia La Paz y Buenos Aires. Para mayo, vendrán a Estados Unidos y también visitarán España, acompañados de sus letras incendiarias.

Sonidos de El Gran Silencio


Ricardo Camarena

Redactor de Espectáculos

(La Opinión, 31 de mayo de 1999)

Dentro de lo que se ha dado en llamar dentro del movimiento musical contemporáneo en español “la avanzada regia”, que incluye voluntaria o involuntariamente diversas agrupaciones como Control Machete o Plastilina Mosh, la banda El Gran Silencio, de Monterrey, Nuevo León, ha revitalizado las propuestas de grupos como los desaparecidos Botellita de Jerez, así como los vigentes Café Tacuba, Maldita Vecindad y Molotov.

El fin de semana pasado, la ecléctica agrupación alternó con éxito en el Anaheim Convention Center, nada menos que con Los Tucanes de Tijuana y artistas de otros géneros.

En entrevista telefónica con el baterista Ezequiel Alvarado, dijo que El Gran Silencio tomó su nombre del de una canción del rockero rupestre Rockdrigo González; un artista regiomontano que sucumbió en los derrumbes del terremoto de 1985 en la Ciudad de México.

Alvarado indicó además que el sonido actual de El Gran Silencio no es casual, que deviene de sus orígenes acústicos hace ya casi una década: “El grupo fue formado por los hermanos Tony y Cano Hernández, guitarristas y cantantes; inició en 1992 su labor totalmente acústica con guitarras, armónica y percusiones. Agregaban tambores diversos, logrando un sonido muy peculiar”.

“Toni y Cano”, prosiguió, “empezaron a hacer canciones en una etapa ‘más rupestrona’ que ha tenido cambios sucesivamente. Ya con el tiempo, la música del grupo tomó más fuerza cuando, a los tres años de formado, Julián Villarreal comenzó a participar con el bajo eléctrico”.

Alvarado comentó que, posteriormente, Isaac “Campa” Valdez fue invitado a participar musicalmente con el acordeón”.

La agrupación de cinco elementos comenzó entonces a participar en diversos eventos del área metropolitana de Monterrey. Sin embargo, hubo un periodo de crisis que obligó a los hermanos Hernández a interrumpir la labor de la banda, recordó Alvarado. Fue en ese tiempo en que él fue invitado a participar en la batería, en un concierto de despedida que resultó de reorganización y resurgimiento.

“De allí surgieron las presentaciones en radio y televisión; nos invitaron a participar en un acoplado de varios grupos con el tema Decadencia y otro más, y nos decidimos a grabarlas. Como era un disco independiente, sabíamos de las broncas que implicaba su distribución y las obligaciones del contrato, pero nos animamos a llevarlo a cabo; aunque después tardamos un año en zafarnos del compromiso con esa disquera, que tardó en editar el acoplado”, expresó Alvarado.

“Nuestro estilo combina elementos de música regional mexicana con las influencias de la música extranjera que hemos adaptado: rock, reggae, tango, rap, vallenato y polka-punk”, dijo. Esta fusión, que también incluye cumbias y segmentos incidentales ‘sampleados’, quedó plasmada en el disco Libres y Locos, grabado en Nueva York a mediados de 1998 bajo el sello Ark21, y que apareció en el mercado estadounidense desde el 9 de marzo. Hasta la fecha, la disquera reporta que se han vendido más de 100 mil unidades en menos de tres meses.

“Tenemos ahora un contrato de grabar 5 discos en cuatro años, y es más favorable para nosotros”, comentó el baterista. El Gran Silencio cuenta con el videoclip de su disco sencillo Dormir soñando, el cual se incluyó en la rotación estelar de videos de la programación de MTV Latino.

Alvarado explicó que “nuestras canciones hablan de temas urbanos, lo que es vivir en la ciudad con toda su problemática y sus vivencias. No hemos incluido temas políticos ni nos interesa; sólo lo que hemos vivido y creemos que se puede narrar, como el amor en Tonta canción de amor #1; de la niñez, en la canción Mitote, que habla de los juegos infantiles. Hay en el disco un homenaje al cantante de norteño Lalo González, el Piporro’s taconazo y a ratos, un estilo de música grupera”.

En cuanto a presentaciones, El Gran Silencio fue abridor de los conciertos de la banda mexicana Jaguares en el teatro Galaxy de Santa Ana, así como el que se llevó a cabo en Las Vegas, en marzo pasado. A esto se agrega su participación, indistintamente, tanto en festivales gruperos como de música pop y de rock.

El quinteto se presentó, también en marzo de este año, en el club The Roxy de Hollywood, así como en la Austin’s South by Southwest Music Conference, en Texas. También participó en el Festival Vive Latino, que congregó en septiembre del año pasado a una gran cantidad de bandas latinoamericanas en dos días de concierto, en el Foro Sol del Autódromo Hermanos Rodríguez de la Ciudad de México.

“Siento que hemos sido conocidos poco a poco por el público latino en Estados Unidos gracias a que suenan algunos de nuestros temas por la radio, así como también por la difusión que hemos tenido a través de las revistas.

“Nuestro estilo es muy abierto, no es una música nueva; queremos sacar provecho de los ritmos que nos gustan, así como homenajear a los grupos y cantantes que nos han formado musicalmente”, finalizó.

El Gran Silencio se presenta hoy por la noche con los grupos Riesgo de Contagio, Yeska y Las Quince Letras, en The Key Club, de West Hollywood, dentro del ciclo de conciertos de rock Las Noches del Dragón, organizados por la revista La Banda Elástica.

Enanitos que se agigantan

Ricardo Camarena

REDACTOR DE ESPECTACULOS

(La Opinión, 11 de marzo de 1998)

Eslabón obligado entre los dos momentos ascendentes del rock en español, es decir los años 1987 y 1997, el trío argentino Los Enanitos Verdes con su álbum Tracción acústica, ha vuelto con sus temas El guerrero y La muralla a recorrer los días de radio, con el acordeón invitado de Julieta Venegas, la guitarra acústica del respetado Jeff “Skunk” Baxter, y la coproducción de Oscar “Cachorro” López.

Entrevistado telefónicamente desde Buenos Aires, Felipe Staiti, el guitarrista de los memorables requintos de La muralla verde, Guitarras blancas, El extraño de pelo largo, Lamento Boliviano y otros éxitos de Enanitos Verdes, comentó por principio que “tras un descanso tras la grabación de Tracción acústica, estamos por arrancar con una gira en marzo por México, algunos países de Centroamérica, y seguramente subiremos a Estados Unidos, aunque estamos confirmando fechas. Queremos mostrar estos temas de Tracción... al público de California, tal vez en abril”.

Sobre la participación de Venegas en el álbum, Staiti, que junto con el vocalista Marciano Cantero en el bajo eléctrico y Daniel Piccolo en la batería forman Enanitos Verdes, comentó: “Bueno, para el álbum estábamos en busca de un ‘color’, tanto para las nuevas versiones de El guerrero como para Guitarras blancas, y como ya teníamos algunas referencias de ella, en México la pudimos contactar. Aceptó participar en la grabación de muy buena gana. De igual modo colaboraron los percusionistas Armando Montiel y Leonardo Alberto Muñoz en la grabación. Lorena Alvarez, la chica del coro, es argentina, pero fue en México adonde conjuntamos todo.

Sobre la versión de Enanitos Verdes a un tema clásico del malogrado rockero mexicano Rockdrigo González, Staiti señaló que “la verdad, lo veníamos tocando de tiempo atrás, ya que cada vez que hacíamos el tema No me verás se nos hacía un poco largo, así que mezclamos Metro Balderas. Ahora, en la selección de temas para Tracción acústica, consideramos que es un homenaje para los rockeros mexicanos, y además queríamos tenerlo grabado, porque nos parece un tema muy bueno, divertido”.

“Cualquiera que nos haya visto tocando hace cuatro años, hace un año o hace 15 días, sabe que es uno de los temas que siempre interpretamos”, explicó.

Sobre su concierto del año pasado en House of Blues, Staiti lo llamó “una noche mágica, con la presencia de Jeff Baxter, y el público desbordado, coreando nuestros temas. Esto sirvió bastante para que Jeff pudiera ir a México a realizar el álbum y a tocar con nosotros por allá”.

Sobre la producción discográfica de Enanitos Verdes, Staiti consideró que “los álbumes del grupo son como los álbumes de fotos: recuerdan un momento de tu vida, y lo reflejan. Pasa algo similar al escuchar un disco, como que estás viendo el álbum de fotos en ese momento. Cada disco representa claramente un momento del grupo y de nosotros como personas”.

Consideró además que “no hay un solo disco que hayamos hecho con una actitud de frialdad o de hacerlo ‘a ver qué pasa’”.

Staiti comentó sobre los grupos nominados en la nueva categoría de los pasados premios Grammy: “aparte de ser halagador para cada una de las bandas, creo que realmente fueron cinco los ganadores. Mi corazoncito, por una cuestión personal y por su índole alternativa, se inclinaba por El Tri”.

Respecto de la despedida de otro trío de rock argentino, Soda Stereo, Staiti dijo que en el ambiente de rock en Buenos Aires “fue bien recibida, con dolor, pero era algo esperado y necesario. Simplemente oficializaron con ese concierto final y la gira de despedida una situación de ruptura que ya tenían de bastante tiempo atrás. Ahora son libres”.

“En nuestro caso”, comentó, “nosotros también hemos tenido situaciones críticas como la de 1990, en que pasamos todo un año sin tocar; sentíamos que estábamos bastante saturados. Decidimos parar para que las heridas de los conflictos cerraran, y así poder volver a tocar, como sucedió”.

Para el guitarrista, otro de los grupos representativos del rock argentino son Los Fabulosos Cadillacs, ahora ganadores del Grammy en la categoría Rock Alternativo Latino, “aunque en mi país hay toda una corriente de grupos muy buenos, que aún no han podido traspasar la frontera. Pero la verdadera representatividad te la da la gente”.

Staiti comentó brevemente sobre nuevos grupos, buenos y no tanto, de un género afín al rock que atrae también con su música a los jóvenes: el rap y hip hop. “Espero que también esta corriente marque su presencia entre la juventud, así como el rock, y que no se convierta solamente en una moda pasajera, pues el rap y hip hop expresan, a su modo, una forma original de ver las cosas”.

Staiti comentó finalmente que Enanitos Verdes prepara los temas de su próximo álbum, “siempre en búsqueda de un sonido más pulcro, sin dejar el sonido musical de 17 años que llevamos juntos Marciano, Daniel y yo. Toquemos lo que toquemos, sea hip hop, folklore o rock and roll, será siempre el sonido de los Enanos”.

Jaguares vivos y coleando

Ricardo Camarena

El próximo domingo, este Galaxy no meterá goles; rugirá.

Esto, porque después de haberse presentado con éxito el 22 de marzo, todo está listo para el regreso de Jaguares al teatro Galaxy de Santa Ana, durante tres fechas más: el 4, 6 y 8 de abril. De allí se obtendrán grabaciones que redondearán un disco en vivo que ha planeado el quinteto que ha preservado fielmente el repertorio de Caifanes.

Desde algún lugar del Caribe mexicano, el vocalista y líder de los “Caifaguares”, Saúl Hernández, comentó sobre sus recientes conciertos: “Ha sido un éxito la gira de Jaguares; se ha ido extendiendo, extendiendo, y ahora abarca eventos hasta fin de año. Parte de lo que ha pasado dentro de esta gira que ha sido impresionante, es que nació haciendo conciertos pequeños, y se fue a dimensiones mucho más grandes hasta llegar a foros como el Palacio de los Deportes en la Ciudad de México y el Anfiteatro Universal en Los Angeles”.

“Cerramos esta gira con un concierto en la población de Ecatepec, cerca de la Ciudad de México”, prosiguió. “Entonces, antes de meternos a grabar el disco en el estudio, estuvimos grabando algunos en México. El teatro Galaxy nos gustó cómo suena y cómo está dispuesto. Y ¡bueno! Vamos a grabar esos tres conciertos extras también, para aprovechar este calentamiento, para tenerlos en archivo y decidir después qué se puede hacer con ese material”.

“Queremos aprovechar el momento de la gira, el apoyo de la gente en todo lo que está pasando, y en definitiva, dejar un testimonio de lo que Jaguares está haciendo. Vamos a aprovechar esas tres fechas para demostrar de esa manera nuestro agradecimiento a toda la gente de California que ha estado siguiéndonos, y además vamos a aprovecharlo para grabar”, señaló.

Hernández descartó la posibilidad de que Jaguares sea teloneado por una banda local, así como el incluir nuevos temas en estas grabaciones en vivo. “Es muy complicado a nivel de equipo técnico. Habría que poner domos acrílicos, ecualizar todo a la acústica del lugar y sería particularmente complicado. Si a eso se aumentara la presentación de un grupo invitado, sería una locura técnica; sería fatal. Y definitivamente no; el material que vamos a grabar es de arreglos sobre las canciones que ya tenemos y mostrar el trabajo que hemos estado realizando con la nueva alineación”.

Es decir, con Sabo Romo al bajo; con Harris Margalis y César López “El Vampiro” a la guitarra eléctrica, y desde siempre, con Alfonso André en la batería. “Estamos haciendo todo un trabajo de taller musical, por lo cual queremos grabar los resultados. Las nuevas canciones las trabajaremos en el estudio”.

Ante la relativa confusión sobre la cancelación del evento ‘Outlandos D’America’, con base en el disco homenaje de las bandas latinoamericanas a The Police, y que se llevaría a cabo en el Anfiteatro Universal, Hernández aclaró que “supe que se cambió la fecha, pero en realidad no supe más de eso. Yo era invitado, no protagonista. Y es que ya no entendí al final qué pasó con ese evento; supongo que en algún momento se retomará y se hará. Sería bueno”.

Respecto de su concierto en el Anfiteatro Universal el significativo 15 de septiembre –fecha en que se conmemora el inicio de la guerra de independencia de México y Centroamérica respecto de España–, Hernández comentó que “está programado, pero todavía falta ver que todo salga como está planeado; si nada lo obstaculiza, entonces sí estaremos por allá”.

“A pesar de las circunstancias de forma, la esencia del grupo se mantiene intocable; seguimos nuestra labor, estamos muy bien y vamos a ver hasta dónde llegamos. Los lineamientos del grupo han continuado vigentes durante toda su historia, la de los discos y la de los conciertos. Seguimos siendo Caifanes con piel de Jaguares”, dijo finalmente.

Jaguares también está programado para el 29 de septiembre en House of Blues de Chicago. Y en el aspecto virtual, Jaguares tendrá su sitio oficial en la Internet a partir del 17 de abril, cuya apertura se llevará a cabo con un chat y entrevista con Hernández. Por mientras, el contacto por correo electrónico (e-mail) –si el virus Melissa no se interpone– es jaguares@earthlink.com.

En los confines de La Barranca

Ricardo Camarena

Redactor de Espectáculos

Ahora con cuatro integrantes y sin que por el momento su labor paralela como parte del grupo Jaguares los distraiga de su proyecto musical mientras su vocalista Saúl Hernández se recupera de una afección en la garganta, el grupo La Barranca retoma el trabajo musical con un segundo disco, Tempestad.

Alfonso André, baterista del cuarteto mexicano de rock, habla sobre este nuevo material discográfico: “Es nuestra segunda producción, ahora hecha en casa, literalmente. Construimos un estudio alrededor de nuestra casa. Estamos muy contentos con los resultados; nuevamente fueron nuestros la producción, los arreglos y las composiciones, sobre todo de José Manuel Aguilera, el guitarrista”.

Federico Fong en el bajo eléctrico, y Jorge “Cox” Gaytán en la segunda guitarra y violín, complementan la banda.

André explicó que los temas de Tempestad serían dados a conocer a los rockeros angelinos durante la celebración del quinto aniversario de la revista La Banda Elástica en House of Blues.

Habló además sobre la integración del violinista “Cox” Gaytán a La Barranca: “La primera vez lo invitamos a grabar un par de temas del primer disco, El fuego de la noche, y nos gustó mucho su trabajo. Empezamos a tocar progresivamente en vivo con él, empezó a montar más material de ese disco y en Tempestad de plano lo integramos al grupo. Estuvo desde los ensayos, participó en los arreglos de las canciones y así se volvió parte fundamental de La Barranca.

“Gaytán es todo un personaje, desde sus orígenes musicales en grupos del Canto Nuevo Latinoamericano; ha pasando por agrupaciones de salsa como Pepe Arévalo y sus Mulatos, y participa frecuentemente en grabaciones con artistas diversos. Ahora se está ‘clavando’ en el trabajo musical de La Barranca”, explicó André.

Tanto Gaytán como Aguilera han colaborado en trabajos discográficos del compositor mexicano Jaime López, cantautor de la Chilanga banda y del álbum Odio funky, entre otros.

Acerca de Tempestad, André comentó que “el primer disco sencillo de este álbum que salió en México fue La Caída. Sucesivamente hemos mostrado nuestra preferencia por temas como El gran pez y El día negro. El segundo todavía no se ha decidido cuál podría ser, pero consideramos que hay varios temas que podrían funcionar en la radio”.

Acerca de la actividad de difusión radial de sus temas, André consideró que “a pesar de que hay por fin dos o tres estaciones en la ciudad de México que se dedican en particular a transmitir rock en español, como Órbita y Radioactivo; inclusive en el jardín de una de ellas tuvimos un concierto con Julieta Venegas que se transmitió con éxito. Pero en realidad es muy difícil”.

El baterista explicó que “no es como la gente llega a suponer; que como integrantes de Jaguares (Fong, Aguilera y él), la tenemos fácil de antemano. No es así; estamos como cualquier grupo de rock nuevo, tratando de hacer nuestro trabajo. Y mucho menos si estamos haciendo algo que no es lo que está muy de moda aquí en mexico, como la onda del hip hop y el rap, con gente como Control Machete, Molotov y Resorte. Estamos en otro ‘rollo’ totalmente distinto”.

Prueba de lo que André afirma es que Control Machete abrió consecutivamente dos megaconciertos el año pasado en México: el del británico David Bowie y el “Pop Mart” de los rockeros irlandeses U2.

Aunque, en su opinión, “pasado el boom de este tipo de bandas sólo quedarán las deveras buenas y propositivas. Pienso que Molotov es una de ellas. Así pasó con Caifanes y la gran cantidad de bandas que surgieron con nosotros”, dice el también ex integrante de los creadores de Viento y La célula que explota.

Como La Barranca, han tenido la oportunidad poco ortodoxa de abrir el concierto del vocalista italiano Zucchero.

Recalcó que promover su material en la radio “no es nada fácil deveras; no hay tantas puertas abiertas, aún para los integrantes del nombrezote Jaguares. Aunque por mi parte sigo en la disposición de continuar esa labor. Podría decirse que el proyecto de Jaguares lo tenemos en un receso. Saúl está dedicándose a curarse”.

“Definitivamente sí hay la idea de hacer labor juntos de nuevo. Ya José Manuel y Federico está muy difícil que participen, porque están muy comprometidos con el trabajo de La Barranca. Es más su prioridad en este momento”, afirmó el baterista.

André, casado con la actriz y vocalista de rock Cecilia Toussaint, se consideró dispuesto a colaborar musicalmente en ambos proyectos “en cuanto mi capacidad física me lo permita. Por mientras, en La Barranca tenemos un buen trecho de tiempo para la promoción de Tempestad y de presentar los temas en vivo. Hemos ensayado mucho para impulsar este álbum con un buen espectáculo, el cual ya hemos lanzado en México”.

Finalizó comentando que su banda partiría de Los Ángeles rumbo a Chicago, para presentar su nuevo álbum en un club de esa ciudad: “De allí volveremos a México para iniciar una gira por las principales ciudades de la república”.

Para llevar la tempestad de su rock hasta los confines de la barranca, literalmente.

sábado, 27 de octubre de 2007

Boutique de brujerías

Ricardo Camarena

REDACTOR DE ESPECTACULOS

La noche del martes Orixa estallaba en un preludio de artillería musical pesada en el bajo y piezas de ska y reggae, al público joven en un House of Blues que no se acababa de llenar.

Las canciones, desgranadas, rugían en la voz del cantante venezolano, con todas las ganas de revolcarlos con el Frisco y un pedazo de “El Niño” en el recinto, mientras sus compañeros sanfranciscanos imponían un ritmo fresco y contundente a piezas como Quién soy yo y Sacúdete.

Exhortación estéril.

En las indiferentes orejas angelinas había algo más que modorra, sobriedad y reserva: un agazapamiento para saltar sólo en el momento justo, un par de grupos después.

Las Quince Letras corrieron con la misma pesada tarea: eliminar la estática que zumbaba por sobre las cabezas de la concurrencia, engolosinada en especular el slam sólo hasta que el grupo principal hiciera de las suyas.

Por fin, con la pista llena, hizo su aparición la familia musical Flores. Es decir, el septeto chido de Ciudad Nezahualcóyotl, contigua a la capital mexicana: las Víctimas del Doctor Cerebro.

Y como un apodo dice más que mil apellidos, “El Chipotle” en el saxofón, y sus hijos “El Ranas” en la guitarra, los disfraces y los clavados, “El Abulón” en la voz, “El Stone” en la primera guitarra, “El Tuco” en el bajo, el baterista Pedro “N” y el joven operario de las cintas pregrabadas, hicieron emerger un Gusano de maguey que cimbró martillos, yunques e hipotálamos, mostrando por qué este grupo de rock, reggae y tecno mexiquense venía dispuesto a robarse el concierto.

Ornado como imagen de bulto de iglesia de pueblito, con foquitos en el abrigo y sombrero colorados, Ricardo Flores, “El Abulón”, descargó con furia en el micrófono, hasta que chillaba a todo volumen el feedback, letras plebeyas de contenido de historieta, en las que desfiló la galería de personajes lo mismo escalofriantes que risibles.

En alguna de las interpretaciones, “El Ranas” intercambiaba disfraces y coreografías entre grotescas y frívolas, hasta que, después de reptar entre los pies de sus compañeros, decidió el autosacrificio y se lanzó con todo y guitarra hacia la multitud, que lo recibió con los hombros abiertos.

“El Ranas” resurgió, Lázaro madreado, entre nuevos pies y manos que le desgarraron los pantalones negros.

Como pudieron, los rudos guardias de seguridad lo regresaron al escenario. Igual suerte corrió “El Chipotle” al intentar saludar a una fan: desapareció bajo el jaleo. Fue subido en vilo al escenario nuevamente. La casaca roja de su disfraz de domador de circo viejo no sufrió ni un rasguño: puros jalones.

Si el bigote de Javier Solís hubiera sido funk y no ranchero, sería el mismo que el que portaba “El Chipotle”. Y lo demostró el papá de la banda parodiando con su sax tenor parte de la melodía Funky town de Lipps, Inc., en una de las piezas del grupo de Neza.

Los requintos heavymetaleros del incólume “Stone” le dieron al repertorio de la velada la pesadez necesaria para conjurar tibiezas, mientras “El Ranas” y “El Abulón”, posesos de ritmo, se azotaban en el foro.

Rato después, como paradoja, “El Abulón”, pelirrojo y pontifical, cantaba y bautizaba slameros con agua embotellada, mientras los clavadistas ensayaban sus mejores lanzamientos sobre el duro colchón de cabezas, lubricados por el sudor compartido.

Muchas ‘florecitas rockeras’ en primera fila desfallecían victimadas y se marchitaban en el aglomeramiento, bajo los golpes y patadas de los clavadistas, con la misma cualidad vegetal de la yerba que pisaba el caballo de Atila. Otras muchachas, heroicas como cariátides, soportaban en sus cabezas los robustos cuerpos en picada.

Sin embargo, el resto de la concurrencia cumplía feliz el rol de corifeos de los éxitos de las otras Víctimas, las del Doctor Cerebro.

Los monitores de audio fueron el trampolín y a la vez la almena perfectos para el cruce de cuerpos de clavadistas y músicos, indistintamente. La energía de la música hacía más espectaculares las caídas de los lanzados, al ritmo de “Ya tus amigos me dijeron/ que tú quieres volver/ y yo lo siento/ no va a ser”, o con el frenesí de Brujerías.

“El Ranas” se disfrazaba con lo que podía: con goggles antigás, como monstruo sintético cuyo disfraz bien podría haberse obtenido de la utilería de viejas películas del luchador mexicano “El Santo”, o de los cómicos “Viruta y Capulina”.

En otro momento, el joven de larga cabellera rapeó, se lanzó nuevamente al lleno, que no al vacío, y llegó a emplear juegos pirotécnicos. Lo que fuera necesario para montar la boutique de brujerías en que se convirtió el concierto.

La canción La Tamalera le metió velocidad a los porrazos y jalones de cuerpos entre guardias y solidarios slameros.

En Me faltas tú, la lengua procaz de “El Abulón” señalaba agitada el rumbo del concierto: hacia arriba. Nadie estaba interesado en parar.

El roce de las Víctimas con el género ‘tecno’ fue preludiado con atronadoras cintas programadas, mientras “El Chipotle”, forrado de faros buscadores, caminaba con parsimonia de alien ante la algazara general.

A propósito, como requisito para que el público oyera El Esqueleto, hubieron de crujir varias osamentas previamente, conforme el estribillo aumentaba su velocidad.

La actuación de la banda terminó con las siete ‘víctimas’ en reverente caravena, que dio paso a la irreverente muestra de traseros al respetable.

Tocaría a Los Olvidados, desalojada la mitad de la concurrencia menor de 21 años, proseguir el resto del concierto dándole a la noche sabor a reggae con El Cine.

Con un desperfecto inicial en el teclado y una excelente sección de metales, Los Olvidados arrostrarían un conato de bronca y los sudores, ya resecos, de los agotados slameros que pujaban por poner la noche de nuevo en circulación.

¿Dónde estaba Shakira?

Ricardo Camarena

Redactor de Espectáculos

Los ojos.

Es muy difícil dejar de ver a Shakira a los ojos, que lo abarcan todo. Ni la bronquitis les merma luz, ni declina el arqueado de esas cejas negras que los coronan.

Ella, también de negro y con el pelo comprimido en pequeñas trencitas y bucles negros en serio, contesta a las preguntas con paciencia conventual, como la de quien ha pasado en un claustro, alejado del mundanal ruido, bastante rato.

Y en efecto; la menuda cantante colombiana de 21 años acampó en el estudio de grabación de Emilio Estefan Jr. por meses, hasta culminar lo que es su nuevo disco ¿Dónde están los ladrones?

“Fueron nueve meses, como un bebé, los que pasé grabando este disco”, señala con la primera sonrisa.

Shakira indica que antes de esta productiva reclusión “estaba recorriendo el mundo ‘con los pies descalzos’; con miles de sueños gordos y alados en mi mochila y con el mayor deseo de cumplirlos. Hoy en día ‘estoy buscando los ladrones’, a ver si aparecen”, agrega en un juego de palabras que le es característico, con voz tenue y algo de rubor.

Así como la mayoría de sus nuevos temas, la referencia al título del disco asegura que es autobiográfica: “Me robaron en un aeropuerto una maleta en la cual estaban mis canciones y no tenía copias de ninguna de ellas. No me acordaba de nada y fue una experiencia muy traumática”.

Agrega en serio y en broma: “Viví el correspondiente ‘duelo’, la pérdida de mis canciones. Sentí que las habían arrancado de mis entrañas, que ya no estaban más conmigo todas esas canciones que me acompañaron tantos días. Pero de esa mala experiencia se derivaron cosas buenas”.

“Como por ejemplo”, prosigue, “la canción Dónde estan los ladrones, que la compuse para sonreír ante ese suceso. Y fue finalmente el nombre del álbum de piezas que me pertenecen todas, que reflejan mis vivencias, de las preguntas que me hago y las respuestas que a veces encuentro a ellas”.

Cuestionada sobre si pudo componer con la frescura del anterior disco, aun cuando estaba bajo la supervisión de Estefan Jr., dice que “más bien la presión existía básicamente porque Pies descalzos me había dejado en un punto (cuatro millones de unidades vendidas) desde el cual era muy difícil partir y comenzar de nuevo. Tenía grandes compromisos con mi gente, conmigo misma, tantas responsabilidades… Pero la presión nunca vino por parte de Emilio”.

“Al contrario”, replica, “tan pronto conocí a Emilio, mis niveles de ansiedad bajaron. Él me inyectó todo el positivismo que necesitaba para sacar todo este proyecto adelante; me brindó su apoyo incondicional y me abrió las puertas de su estudio. Allí estuve viviendo prácticamente nueve meses, una vida de claustro, dedicada completamente a este proyecto”.

“Me dio todos los recursos humanos y técnicos posibles para poder lanzarme a este mar tempestuoso que fue la producción de este disco. Y lo fue, porque tuvo una naturaleza complicada: 11 canciones trabajadas hasta el detalle, planteadas y replanteadas, y vueltas a replantear”.

Aunque ‘no crea en Carlos Marx’, como dice una de sus canciones, Shakira afirma que: “un poco ése es mi método: la tesis, la antitesis, para llegar a la síntesis. Y de nuevo a otra tesis y así, hasta llegar hasta la antitesis de esa síntesis”, dice con una gran sonrisa ante el embrollo dialéctico.

“Me contradigo mucho; yo creo que soy un mar de contradicciones. Pero creo que ése es el resultado de saltar de una contradicción a otra, como una abeja salta de una flor a otra, o algo así”, metaforiza apenada, prolongando una carcajada que desafortunadamente se vuelve una sonora tos.

Repuesta del acceso, Shakira habla acerca de la forma en que se trabajaron los temas del disco: “me considero una cantante pop con corazón de rock. Y evidentemente en este álbum pude depositar todo ese ‘corazón rock’ sin timidez. Digamos que fui un poco más desinhibida para hacerlo; sigo haciendo dance, baladas. Para mí todo tiene un espíritu, una actitud, que revela mi devoción al rock”.

“Básicamente fueron canciones que exploré al máximo a nivel de sonidos; por ejemplo, usamos amplificadores viejos para lograr sonidos ‘retro’; usamos equipo de muy baja y de muy alta fidelidad, para lograr un tipo de sonidos de contraste. Pero lo más importante siempre fue preservar la melodía y las letras, porque me considero 100% melódica. No pienso entrar en ninguna competencia con alguien, musicalmente”.

“A pesar de hacerlo en Miami, y aunque las conguitas ya las había empleado en el disco anterior, sólo en una canción de este álbum, Moscas en la casa, hago una especie de bolero country, con guitarras eléctricas; el lenguaje de la guitarra acústica es bastante ‘folk’. Las congas llevan el ritmo de bolero. Es una cosa extraña, como yo, con elementos de distintas culturas (Los ancestros de Shakira Mebarak, su nombre completo, son de origen libanés)”.

“Inclusive, traigo en un tema trompetas típicas mexicanas; en otra canción hago una pieza dance con guitarra eléctrica y trémolo, en fin; me gusta hacer esas combinaciones y lograr ese tipo de contrastes”, afirma antes de un tosido la artista que dice tener repartido su hogar entre Colombia, Miami, “y también en los aviones”.

Y que lo diga: le esperan giras promocionales por Japón, Europa y Medio Oriente, en vistas a la preparación de conciertos para presentar en vivo estos nuevos temas. En lo que al exitoso disco anterior se refiere, Shakira comenta que sus composiciones Estoy aquí, Pies descalzos y Un poco de amor tuvieron las correspondientes versiones en portugués, para el público brasileño.

Por otro lado, a resguardo de la chismología sobre su vida personal, la joven cantante dice de ella que “la persona pública se escondió, como una flor cuando llega la noche. Porque era mi noche; todos estos nueve meses eran la noche de la creatividad, del ensueño. Yo diría que durante todo ese tiempo dejé asomarse libremente a Shakira la compositora y la productora, como un paso adelante en mi carrera. Esta nueva responsabilidad la cargué sobre mis hombros”.

Resume esta labor así: “Digamos que fueron nueve meses saludables, de aprendizaje, pero físicamente muy desgastantes, porque casi todos los días salía del estudio a las tres o cuatro de la mañana o a veces al día siguiente; dormía en el estudio”.

“Porque a través de mi música no sólo mi público me conoce más; yo misma me conozco más, y aprendo de mí cosas que realmente desconocía como compositora, como productora y cantante”, concluye la autora de Ciega, sordomuda, Si te vas, Que vuelvas e Inevitable, entre otras canciones que, también inevitablemente, pronto estarán aprendidas como letanías entre las adolescentes de medio mundo.

La tos vuelve a ella, pero la sonrisa nunca se le ha ido.

domingo, 21 de octubre de 2007

Grammy Aterciopelado

Ricardo Camarena

REDACTOR DE ESPECTACULOS

Sobre la reacción en Colombia por la nominación del grupo Aterciopelados al premio Grammy en la categoría de rock alternativo latino, Héctor Buitrago, bajista del cuarteto, dijo que “fue entusiasta, pero no somos únicos; en realidad hay muy buenos grupos acá, como Ekhymosis”.

Sobre los otros cuatro grupos nominados para el mismo premio, Buitrago dijo que “El Tri equivale a la tradición de rock, pero creo que el premio debiera ser para grupos más recientes como Los Fabulosos Cadillacs y Café Tacuba, por todo lo que han aportado y por las nuevas propuestas musicales que manejan, es decir, por arriesgar. Molotov es realmente nuevo frente a todos estos grupos y su trayectoria”.

“Para nosotros” precisó, “el poder aspirar a un premio es ya de por sí un honor. Nos sentimos contentos, aunque estamos a punto de ir a grabar nuestro nuevo álbum a Nueva York sin pensar mucho en la premiación”.

Buitrago, quien junto con la guitarrista y cantante Andrea Echeverri, el baterista Alejandro Gómez y el guitarrista Alejandro Duque, forman el cuarteto colombiano de rock, autor de dos álbumes más: “Con el corazón en la mano” y “El dorado”.

Buitrago y Echeverri forman la mancuerna de compositores de Aterciopelados, y cuentan entre sus temas con “Bolero falaz”, “Quieto veneno”, “Baracunátana”, “Cosita seria”, y la conocida “Florecita rockera”.

El ex integrante de las bandas colombianas Pestilencia y Brigada Criminal comentó en entrevista telefónica desde Bogotá sobre la actividad reciente de Aterciopelados en Los Angeles y el estilo del nuevo material discográfico que preparan.

Cuestionado sobre si rescatarían el estilo de su álbum anterior, ‘La pipa de la paz’, Héctor dijo que “hemos agrupado un bloque de canciones que en definitiva tienen nuevas letras y enfoques. Claro que sí tienen nuestro toque y estilo, con las expresiones con las que la gente nos identifica. Hemos experimentado un poco más con los sonidos, sobre todo electrónicos”.

Buitrago descartó la posibilidad de integrar a un nuevo elemento dentro del grupo, aunque dijo: “Hemos estado abiertos a introducir nuevos sonidos y ritmos en nuestras grabaciones y conciertos con músicos invitados. Si lo ameritara lo haríamos”.

Aterciopelados, que de los bares bogotanos pasó a los conciertos masivos con Cypress Hill, y con Soda Stereo, Café Tacuba, Los Fabulosos Cadillacs y Juana la Loca, por toda Latinoamérica, representa un caso único entre los grupos de rock con instrumentación clásica, pues la voz principal recae en Echeverri, autora de las canciones junto con el guitarrista.

Según Buitrago, “el año pasado fue definitivo para darnos a conocer ante el público angelino, con la tocada en House of Blues. La anterior en el Dragonfly, más la participación que habíamos tenido en Revolución 96 en el Anfiteatro Universal, también nos permitieron permanecer en el gusto de los jóvenes y sondear su gusto por nuestro estilo”.

Desde entonces, fotos de Andrea y del grupo han acaparado portadas de publicaciones de rock en español.

Respecto del impacto que la proyección continental ha tenido Aterciopelados ha implicado en la escena rockera colombiana, Buitrago indicó que “la apertura al rock ha sido, más que en los lugares, en la radio, con una mayor difusión y presencia de los grupos. Poco a poco, pero allí va la cosa”.

El Tri en sus treinta


Por Norma J. Kaiser

El Tri, sin duda el grupo más popular del rocanrol en México y con una sólida presencia en otros países latinoamericanos, es toda una leyenda dentro de la música popular mexicana, tras 30 años de plasmar en sus canciones el sentir de muchas generaciones que se identifican con las letras rústicas y cargadas de picardía a ritmo de blues y rock.¶

Alex Lora fue entrevistado por Vista en L.A., previamente a la pasada entrega de los premios Grammy, en el hotel del centro de Los Angeles adonde se hospedó. Allí brindó innumerables entrevistas a los medios periodísticos y de comunicación televisiva y radial que cubrieron el evento más importante de la música en Estados Unidos: la ceremonia de entrega de los premios Grammy.

Desde hace dos años, surgió la categoría del premio al Mejor Intérprete de rock/pop alternativo latino. Y, por supuesto, El Tri estuvo allí, nominado por su álbum dedicado a la Virgen de Guadalupe, Cuando tú no estás. Este año, Alex y su banda fueron nominados por el álbum Fin de siglo, grabado en Los Angeles el año pasado, y que ha tenido un gran éxito entre los rocanroleros.

“A 30 años de interpretar mis rolas resulta que de cada nuevo álbum del Tri que aparece, en seguida los temas se convierten en himno para lods chavos, para la banda. Por ejemplo, Fin de siglo, que contiene temas como El voceador, Fin de siglo, Todo me sale mal y La Nostalgia, resumen todo le que han sido estas tres décadas de practicar el deporte más sano, niños, el rocanrol”, declara Alex medio en serio y medio en broma, mientras pulsa algunos acordes de su inseparable guitarra eléctrica.

“Es la de las fotos, también; salgo con ella a veces más seguido que con mi vieja”, dice en el tono de cotorreo que lo caracteriza.

También lo acompaña durante la entrevista su inseparable compañera, Chela Lora, así como en todos los asuntos que tienen que ver con este enchamarrado de cabello chino y delgada figura.

Es un icono, una imagen bien conocida que aparece en las miles de camisetas negras u tricolores que los chavos y no tan chavos lucen tanto en las tocadas del Tri, como en las de cuaquier otra banda. Inclusive, para la “talacha” o el “jale” en el trabajo cotidiano.

Alex hace consideraciones sobre el contenido y el significado de sus composiciones entre el público que lo sigue a las tocadas y presentaciones personales: “Las rolas del Tri son algo que ha mantenido unida a la banda todo este tiempo; han crecido con Niño sin amor, con El Chavo de onda, con Mente roquera. Hablan de la neta de la banda, de su fe, como en Cuando tú no estás mi anterior disco, también nominado a los premios “Gremlins” (Grammy) y en el que participó un gran rocanrolero guadalupano, el maestro Carlos Santana”.

“Ahora, con Fin de siglo, estamos nominados por segundo año, pero el logro no es para El Tri, para los Aterciopelados, o para la Shakira, los Enanitos Verdes o para los gueyes de Maná; a huevo que es para todo el rock en español, lo cual es muy chido y demuestra la fuerza de esta música. Vale gorro quién se lleve el “Gremlin” y lo coloque arriba de la chimenea; lo que cuenta es que nuestra música les avisa a los gabachos ‘órale, órale, cabrones, también contamos con nuestras rolas”, afirma con vehemencia mientras sigue tarareando parte de sus conocidas canciones.

La actividad de la banda es imparable; la mayoría del año peregrinan de país en país en giras con otros conocidos grupos; no sólo de rock, puesto que Alex comenta que han alternado con la Sonora Dinamita, con Memo Ríos, con la Banda Maguey, con Cristian Castro, y con las más pesadas bandas de rock, rap y hip hop internacional, “como fue el caso del Festival Vive Latino, que se llevó a cabo durante dos días en el Foro Sol del autódromo Hermanos Rodríguez”, explica. “Allí cerramos una tocada en la que participaron Control Machete, Illya Kuryaki & The Valderramas, Miguel Ríos, y la mayoría de los grupos que ‘la están haciendo chido’ no sólo en México, sino en Latinoamérica y Estados Unidos. No se la acabó la gente”, exclama el legendario rocanrolero.

Por otro lado, El Tri fue el grupo abridor de los dos conciertos que ofrecieron The Rolling Stones durante su gira Bridges to Babylon, en ese mismo foro, con bastante éxito.

Comenta además que El Tri ha participado con un éxito tremendo en el Festival de la Cerveza en Perú; "no en campeonato de chupe de chelas, sino en actuar junto con otras bandas bien cabronas ante unas 200 mil personas, lo que ‘se dice fácil, pero es difícil’, como dice mi rolita”, dice Alex.

Comenta el autor de ADO, Las viejas del Distrito Federal, Niño sin amor y la famosa Triste canción de amor que “también, el año pasado en la Ciudad de México pudo oírse la música del Tri con arreglos de Sinfónica; sonó de poca, aunque la banda se sacó un poco de onda, pero esa tocada con arreglos tan fregones dio a todos una idea del alcance de nuestra música; la que también hemos interpretado en la Basílica de Guadalupe, en los hoyos fonqui, en España y en Estados Unidos”.

“Es la misma música; la banda se identifica con ella aunque ande chambeando en otro idioma, acá en el Gabacho. Las rolitas y los discos del Tri lo alivianan, le traen recuerdos chidos de su raza, de su rocanrol, de sus viejas y de la tierra adonde echaba desmadre. Creo que por eso, cada que tocamos en el extranjero, le entra a la banda la Nostalgia del fin de siglo que todos llevamos. También a nosotros nos enchina la piel cuando la banda trae sus camisetas, sus posters, sus discos para autografiar, para echar slam y para mentarle la madre a Alejandro Lora, que es obligatorio en toda tocada del Tri, mis niños”, dice en serio y en broma el trovador del barrio.

“Ahora que podemos contabilizar 30 discos –uno por año– vemos que la gente tiene sus favoritos, pero conocen todos los álbumes del Tri: el de Una rola para los minusválidos, Simplemente El Tri. Contamos también con el Tri-buto, una compilación de rolas del Tri con distintas bandas que hicieron una versión de su rola favorita”, comenta Alex.

Cierto; no ganó el Grammy tampoco este año, pero el solo hecho de haber sido nominado es el reconocimiento a su labor de tres décadas de rocanrol. Modas van y vienen y El Tri siempre tendrá una rola para contar las historias de los Chavos de Onda, de corazón y de todas partes donde se escuche rocanrol, porque hasta allá llega la música de esta banda mexicana.

Simpatía por los Stones


Ricardo Camarena

Redactor de Espectáculos

(La Opinión, 8 de febrero de 1999)

En el primero de los dos conciertos ofrecidos por The Rolling Stones en el Arrowhead Pond de Anaheim el martes 6 de febrero por la noche, revolotearon la ventisca, los recuerdos y sobre todo, las ganas de exclamar a todo pulmón: ‘It’s only rock and roll, but I like it’ (Es sólo rocanrol, pero me gusta).

Desde niños casi de brazos, adolescentes exiliados de Oasis y Hanson, la abrumadora mayoría adulta y hasta ancianos ataviados con alguna prenda o colguije con la famosa lengua salida, todos colmaron a su máxima capacidad el foro para 19, 400 almas rocanroleras.

Pasadas las ocho de la noche Bryan Adams, junto con dos músicos más, preludió la velada rockera con una respetable potencia de audio. Bocadillo para quienes tenían un apetito de rock mucho más feroz y se reservaban para el convite mayor.

Las pantallas gigantes sincronizaron el videoclip de la entrada al foro con la presencia real de los músicos. Por ello es que ‘Jumping Jack Flash’ inició el derrotero de canciones de siempre de los Stones, que llegaron junto con los vientos de Santa Ana el martes por la noche. Quizá los vientos se hallaban fuera de época; los Stones, no.

Jagger, vestido inicialmente de camisa rosada, chaleco y pantalones negros, y portando lentes oscuros, abrió a las 9:40 el concierto. Y desde ese momento, auxiliado por los tres grandes panales que semejan las bocinas colgantes del lugar, congregó en torno de sus canciones, como miel, al enjambre de abejas de todas latitudes.

Con la vertiginosa vitalidad de siempre y una agilidad de cachorro de gacela, interpretó entre sus características gesticulaciones y con espléndida voz atemporal ‘Live with Me’, ‘Moolight Mile’, ‘Shine a Light’ y ‘Undercover’. El reconocimiento generacional llegó a la ovación cuando los Stones interpretaron ‘Honky Tonk Women’.

La corista puso la nota sensual cuando hizo dueto con Jagger entre contoneos, compartidos rato después con los demás instrumentistas, mientras el público coreaba los estribillos.

Con una sección de metales –trombón, dos saxofones, trompeta, y tres coristas –dos hombres y una mujer– desfilaron por los amplificadores ‘Paint it Black’, ‘Route 66’, ‘Respectable’, ‘It’s only rock n’ roll’.

Charlie Watts, con su inmutabilidad característica y a ratos bajo un juego de luces color jade, tocó su batería en adecuado contraste con los contoneos de Jagger en el foro y las pasarelas; una rodeaba el foro principal; la otra surcaba el público hasta un foro central, adonde los Stones brindaron un set más de canciones.

El vocalista y Richards emplearon, intercaladas, guitarras eléctricas. Jagger, de cuando en cuando, se colgaba una acústica y en piezas como ‘Midnight Rambler’ sacó notas memorables en un solo del más puro estilo bluesero.

Derril Jones, discreto, bajeaba con poca movilidad; no así los guitarristas Wood y Richards, que emitían conocidos requintos para abrir melodías como ‘Brown Sugar’. Jagger salió en determinado momento del escenario principal y entonces Richards cantó ‘You Got the Silver’ y otro par de temas.

Un par de canciones después, el meneo de las coletitas en el cabello de Richards acentuaban los requintos rítmicamente; para estas alturas, Jagger y Wood se habían despojado de chamarras y camisas y en camiseta rocanrolaban bajo luces estróbicas ‘Start It Up’ y ‘Out of Control’.

Los temas clásicos y lo nuevo de los ingleses se amalgamaron a la perfección. Es más; parecía que el ‘feedback’ fortuito de algún micrófono había sido realmente a propósito, para darle mayor sabor al ambiente “en vivo” de temas que, a más de dos décadas de compuestas e interpretadas por la dupla Mick Jagger-Keith Richards, resonaron con potencia juvenil en todos los rincones del recinto bajo un gigantesco coro cervecero.

El ‘bis’ de la banda inglesa fue ‘Sympathy for the Devil’, en el que puso a corear a toda la concurrencia el famoso estribillo casi aullado, pasadas las 11 y media. Ya una lluvia de serpentinas de estaño había caído sobre la multitud.

En ese momento, el requinto clásico de Richards a este tema fue realtivamente opacado por el ensamble de instrumentos de viento, pero el coro general reivindicó la “simpatía”.

Las más de 20 interpretaciones de esta noche de los Stones forman parte del repertorio de la gira ‘No Security 99’, que inició en Oakland el 25 de enero.

LA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL (musicuento)

LA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL

(Soundtrack: Viaje al fondo del Metro, de Camarena, Muñoz y Vargas)

Voy, a paso lento, sin medir el tiempo, cotizando la ilusión en algunos pesos: la ida y vuelta.

Bajo, compro mi boleto, para un viaje incierto, dentro del calor.

Un empujón indica mi lugar al centro al centro de la distorsión mientras la matraca traga ese papel.

La mirada adusta de un pardo vigilante trepana, cobarde, mis sienes ahí.

Caigo, ante codazos, en un féretro naranja (en fetidez de vivos como para estar muerto) y golpea mi vista el mirar ajeno, pleno de hastío y la histeria afín… al fin.

Un dinosaurio agreste, encorbatado, acosa femeniles traseros. Mientras la oferta escupe a mi oído, la mueca pulula sin distinción de sexo.

Subo, todo macilento, del viaje más cruento en mi transición hasta la ignominia, a través del Metro.

Para mí ya no hay luz al final del túnel. Mi fe me flagela con un cilicio oxidado que heredé de una monja mal comprendida: el título de mi tesis de maestría sobre Sor Juana tiene mucho de epitafio. Y entonces tiro la tesis y compro tequila. Sorbo, sordo a la condena callejera que reprueba mis eructos tanto como mis sinodales mis exabruptos.

Sin embargo, una hora después siento que mi cabeza estalla como histórico zeppelín de tan ligera y combustible; cruje como judeoportugués en el potro y entonces mi ánimo se pudre como la carne al pastor en ese “trompo” cuyo giro sólo acochambra y sazona despojos con piña. Nunca pensé que los trozos de cerdo adobados tuvieran la capacidad gregaria para tanta heterodoxia que se limpia suciedades con papel estraza, con lo que su papel les traza.

Da lo mismo dónde estoy; da lo mismo adónde voy. Río al suponer que los borrachos tenemos el mismo derrotero irresponsable que una mosca en torno de la mierda, que una carabela de Colón en torno de la Historia, que una úlcera de colon en tono encarnado: Metro Tacuba, el Metro te acaba, Metro Tasqueña, Metrosexual, metrópolis: una letal combinación de prisa y odio, de tacón y portafolio, de la ansiedad, que me atropella en multitud sin más vehículo que sus miserias corporales apiñadas en la acera.

Salgo de ella como seguramente salió Adán del paraíso: agarrándome los genitales sin que ni tales ni cuales les importe desterrarme al arroyo de asfalto, adonde un auto –pero no de fe, sino tolerado– casi me arrolla. Casi me arrulla.

Un claxonazo con más sonoridad que trompeta de Jericó derriba mi alma de un sol sostenido; de un solo sostenido que punza en mis sienes y que me avisa: Campeón, tienes que romper hocicos, tienes que romper los signos… tienes que romper los siglos. Como bien dijo un buen amigo ermitaño, pero no tibetano anaranjado sino tabasqueño encarajado: “Sólo así veremos entonces esos atardeceres llenos de tinacos y antenas de televisión”. Y nos insultamos el chofer y yo como matrimonio de años.

Oigo la mentada y la quejada del chofer y sigo su quijada y consigo una mueca triturada por mi hastío y su ira. Veo mi botella de vino y la arrimo a su boca: no para convidar, no para combinar con propina, sino para propinar una combinación de ira compartida y de ida con partida, pero de madre. Y se revuelca en su sangre como furioso y babeante astado de tarde de toros y ahora la arena es de asfalto y el muy Minotauro posmoderno saca la .45 reglamentaria y me demuestra, Teseo, que se puede salir de este laberinto; me hace ver la luz del túnel –y no la del Metro, y no la del Éter, sino la del foso. Y poso mi humanidad con el aplomo que, precisamente el plomo, anida en mi cuerpo de árbol talado a balazos.

No pasa toda mi vida en un instante, sino que un instante paso a mejor vida.